Jean Hubbard es una americana que estudió en Oxford, y acabó viviendo, trabajando y casándose en Londres. Ahora tiene cuarenta y cinco años, esa edad peligrosa en la que ya escuchamos con bastante claridad la información de que somos mortales. Y lo que es peor, de que las arrugas, el deterioro y la vejez no nos esperan en un hipotético futuro, sino que ya estamos de lleno en ello. Aunque Jean, que es guapa, escribe una columna sobre temas de salud, y lleva casada veinte años y es razonablemente feliz, aún no ha oído nada que no quiera oír. Con Mark, su marido, un publicitario muy creativo y exitoso, se han ido a pasar un año sabático a una paradisíaca isla en el océano Índico, y han dejado en su casa de Londres a su hija Victoria, que está en la edad del desorden de los sentidos y los sentimientos.

Pero como ya no quedan paraísos sin serpiente ni islas sin correo o internet, Jean abre un día, por error -uno de esos errores que tanto han dado que hablar a los psicoanalistas-, una carta de una chica con la que su marido parece haber tenido un lío más bien tórrido. Se llama Giovana -con una sola y cutre ene-, y le envía a Mark la dirección de una cuenta de correo electrónico que ha abierto para él, y donde le esperan unas fotografías muy, muy íntimas. Jean no le dice nada a Mark, y va al cibercafé, deduce la contraseña, entra en la cuenta, y se queda atónita ante la crudeza de las fotografías, aunque seguramente se habría quedado igualmente pasmada si la amante de Mark le hubiese enviado unos desnudos muy artísticos. Pero Jean no se enfrenta a su marido ni le pide explicaciones, sino que le responde a la desconocida Giovana haciéndose pasar por Mark, y ése es el comienzo de una extraña correspondencia, de inesperados descubrimientos, y revulsivos acontecimientos en su vida...

«La lectura de Vínculo es una experiencia tan placentera, que sólo pensar en esta novela ya me hace sonreír. Cuando se trata de descifrar nuestro nuevo mundo, y sus laberintos emocionales, Fonseca siempre da en el blanco» (Fay Weldon).

«La disección que Fonseca hace del matrimonio y del deseo es de una precisión cruel» (The New Yorker).

«Una novela escrita con impecable elegancia sobre la llegada de la vejez, sobre padres e hijos, y sobre lo enigmáticos que pueden ser, el uno para el otro, los miembros de un matrimonio» (Charles McGrath, The New York Times).

«Una amarga, divertida y demencial novela sobre la adquisición de la sabiduría de la madurez... La franca mirada de Fonseca sobre la sexualidad, el sexismo, la edad y la manera en que el miedo corroe el amor es muy aguda y estimulante» (Donna Seaman, Booklist).

«Fonseca tiene un talento notable para la novela, un ojo certero y un lenguaje preciso para el mundo tal como lo vemos; un talento natural para el retrato, y en ocasiones un ingenio perverso que aplica a aquellos personajes que no tienen por qué gustarnos. Y siempre percibe aquellas cosas de las que los hombres quisieran que las mujeres no se dieran cuenta» (Richard Ford).