Porque éramos Jóvenes es la historia de un hombre muerto cuya personalidad, vacilaciones y ambigüedades se desvelan a través de tres personas: su mujer, un amigo y un antiguo amor. 

La historia se contempla desde tres puntos de vista: unas cartas del amor perdido; un enfrentamiento, presente, entre el amigo del protagonista y su viuda; una indagación a través de momentos clave del pasado del muerto. En el fondo de la novela late el problema de una generación que se debate entre las experiencias de un pasado gris y la esperanza de un futuro que se acerca. La historia de David, el protagonista, en busca de la identidad perdida, es la historia de una infidelidad a sí mismo provocada por la atracción que él siente por otro «yo» quizá más real. David «espera llorando algo más», algo que nunca podrá alcanzar porque lo abandonó al elegir una determinada forma de vida, una mujer y una profesión que estaban en contradicción con lo que decía desear. La elección de un camino cierra otros caminos. Pero si la elección es equivocada lleva a la nostalgia por lo perdido y a la destrucción final.

Toda vida es un permanente espejismo y entre espejismos se mueven los personajes de esta novela. Las conductas, los proyectos, las metas, son espejismos que distorsionan la realidad, la misma construcción de la novela es una sucesión de espejismos en los que se entremezclan tres planos en el tiempo y los personajes proyectan en la lejanía imágenes invertidas de sus vidas que, como en un espejo, se reflejan y se confunden entre sí. 

«Resulta mucho más que grato emprender esta novela de Josefina Aldecoa, una narradora nata tanto por la necesidad que demuestra en contar una historia como por la sutil sabiduría que refleja en escoger un trozo del tiempo perdido y convertirlo en muy buena literatura... Tiene mucho que decir, y lo dice de la escueta, irónica, única manera posible» (N. Marra, El País).