Este relato histórico es una sutil e inquietante parábola en la que el famoso escritor sueco Sven Deblanc muestra su pericia narrativa y su fecunda imaginación e invita al lector a reflexionar sobre cuestiones fundamentales que han inquietado a la humanidad a lo largo de los siglos.

En el año 70 después de Cristo, las tropas romanas prosiguen desde hace cinco años el asedio a Jerusalén. Un día sobreviene un ecplise de sol que sume en el espanto al campamento romano. ¿Se trata de un mal presagio? ¿Un signo de que los dioses exigen un sacrificio humano?

Eleazar, un anciano judío apresado cuando intentaba huir del cerco, es llevado a presencia de Tito, el general romano que más tarde fue proclamado emperador. Eleazar había seguido a Cristo cuarenta años antes y fue testigo privilegiado de las rivalidades que habían dividido el grupo de los apóstoles, así como del proceso de mitificación sobre el que se fundó el cristianismo. La muerte de esta víctima propiciatoria es como un baldón ensangrentado, un sacrificio expiatorio dedicado por la voluntad brutal y obtusa del guerrero a unas divinidades cuyos designios desconoce, y es el preludio al saqueo de la ciudad.

En el curso de la novela, narrada por un escéptico filósofo griego, se confrontan la política imperial romana, los nacionalismos, los vínculos tribales, el racionalismo griego, la fe cristiana, el papel de la mujer en la sociedad y, más generalmente, la arrogancia del poder ante las aspiraciones de los hombres. Y aunque todas estas cuestiones se refieren a la mencionada época histórica, están obviamente relacionadas con las preocupaciones contemporáneas.