04/06/2024
Empieza a leer 'El planeta de los hongos' de Naief Yehya
Para Cindy, Isa y Nico,
como siempre y por siempre
PRESENTACIÓN
Mi amigo y colega Gerardo Cárdenas me propuso escribir un libro sobre hongos alucinógenos. ¿Qué me sabía? No estaba seguro. Quizá debí sentirme estigmatizado. En vez de eso acepté, aunque no estaba convencido de que tuviera algo interesante y sensato que añadir a un tema aparentemente sobrexplotado. ¿Qué podía aportar a una discusión que pareció agotarse hace medio siglo? Hacía muchos años, había considerado escribir acerca de mis experiencias transformadoras con psicotrópicos y en particular mis viajes con hongos, pero necesitaba un contexto para no sentir que era una indulgencia frívola. Describir alucinaciones puede ser completamente personal y tan irrelevante como contar sueños. Los relatos frenéticos de revelaciones prodigiosas bajo estados alterados rara vez añaden algo interesante a un subgénero que han explorado con talento mentes como Aldous Huxley, William Burroughs (llamado por algunos «el primer turista de la ayahuasca») y Allen Ginsberg, entre otros.
A partir de principios de los años noventa comencé a «reportear desde las fronteras del ciberespacio». Me convertí en una especie de corresponsal de los cambios en internet y el world wide web que estaban transformando el mundo real. Fue entonces que me di cuenta del uso abundante de psicotrópicos, especialmente psicodélicos, entre ingenieros, desarrolladores, creadores y programadores que crearon y marcaron esa industria. Gran parte de las visiones y logros de la cibercultura habían sido inspirados por alucinógenos. No se trataba únicamente del diseño y la apariencia de los videojuegos, del ciberarte y de la manipulación de los sentidos a través de los interfaces, sino también de la capacidad de resolver problemas y algoritmos, gracias a la percepción extendida que ofrecen estas sustancias. El universo digital que compartimos y que es el escenario donde pasamos buena parte de la vida es resultado en gran medida de las exploraciones y viajes psicodélicos de estos modernos chamanes tecnológicos. Esa es una historia que se ha contado en varias ocasiones a medias y decidí recuperarla desde mi perspectiva de periodista, ensayista, psiconauta y cibernauta.
Escribir este libro representaba un desafío a diferentes niveles. El primero era en términos de conocimientos biológicos y en específico micológicos, algo que para mi educación ingenieril parecía ajeno, extraño, inasible, inestable, impredecible y rebelde. La literatura científica relacionada con los hongos ha cambiado enormemente en las últimas décadas y en ocasiones es de una complejidad notable. Además, me causaba rechazo el terreno de la psicodelia, que considero infestado de charlatanería, pseudociencia, pretensiones new age y banalidades religiosas. No obstante, me llamó la atención que una de las características interesantes de la historia de los alucinógenos es la manera en que buena parte de sus protagonistas comenzaron como provocadores o revolucionarios y se transformaron en evangelistas del culto de los psicodélicos, en personas que tan solo dividen el mundo entre quienes los han experimentado y quienes no lo han hecho. Esto sigue sucediendo en la nueva era en que estos compuestos han regresado con la promesa de eficientes terapias para una gran cantidad de males de la mente y el espíritu. Este libro comenzó a escribirse en 2023, setenta años después de que Robert Gordon Wasson y su esposa Valentina Pavlovna «descubrieran» un culto viviente de los hongos alucinógenos en la sierra mexicana de Oaxaca. Este encuentro entre mundos distantes detonó una revolución intelectual y psicodélica que transformó al mundo.
Por estas y otras razones decidí emprender un recorrido que comienza cuando nuestros antepasados homínidos en la Edad de Piedra descubrieron los hongos alucinógenos y que llega hasta Silicon Valley, pasando por cavernas, catedrales, universidades y corporaciones.
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