01/01/2025
Empieza a leer 'Habitación sin vistas' de Dror Mishani

 

PRÓLOGO

En la primavera de 2023 impartí un taller en el Departamento de Literatura de la Universidad de Tel Aviv acerca de cómo escribir un diario. Se dividía en cuatro temas: el diario íntimo, el diario como laboratorio literario, el diario imaginario y el diario como género para escribir ficción. En la primera clase les conté a mis estudiantes por qué me atraía el asunto y también les pedí disculpas por ser la primera vez que daba un taller sobre un género en el que nunca había escrito; por tanto, sería una especie de experimento en grupo. Eso, por supuesto, solo era una verdad a medias: en algunas ocasiones sí que había escrito un diario, pero nunca de manera continuada. Y sobre todo nunca había pensado en publicar un libro en forma de diario.

Tres meses después de finalizar el taller, nada más producirse la matanza del 7 de octubre, el redactor jefe del semanario suizo Das Magazin, Bruno Ziauddin, me propuso escribir un diario para publicarlo a finales de ese mismo año. Cuando Margaux de Weck, mi editora en Diogenes, se enteró de ese plan, me animó a que una vez que se publicara el diario en el semanario suizo siguiera escribiendo para que saliera a la luz en forma de libro traducido al alemán. La escritura de este diario, que duró hasta abril de 2024, presenta algunas de las paradojas del género tal y como se las expuse a mis estudiantes en el taller: se trata de un texto íntimo que en apariencia no tendría destinatario, pero que en este caso sí se escribe sabiendo de antemano que verá la luz, y además en un idioma que no es el original, y cuyos lectores no están viviendo de cerca la experiencia de la guerra.

Como se verá al leer el diario, no tenía intención de publicarlo en hebreo, pero en verano de 2024 mantuve una conversación con Saray Gutman, mi editora en Israel, de la editorial Ajuzat Bait, y me convenció para que también los lectores en esa lengua pudieran leerlo. Sería una edición en la que no se modificaría nada, es decir, se publicaría el mismo texto que escribí para lectores que no vivían la guerra de cerca.

Las paredes del refugio en el que vivo desde el otoño de 2023 están hechas de escritura y de libros; ambas cosas me han protegido durante los meses posteriores al estallido de la guerra. Mientras escribo este prólogo, en Israel siguen abiertos los refugios antiaéreos públicos para que toda persona que quiera pueda bajar a ellos en caso necesario. La publicación en hebreo de este diario supone para mí abrir la puerta de mi refugio y, con todos los peligros que eso conlleva, dejar que entren en él. Espero que haya quienes encuentren refugio en este diario aunque sea por unos momentos.

Quiero dar las gracias a aquellas personas que lo han leído y me han animado a seguir escribiendo y a publicarlo: a Marc Korlanik –este diario no se habría escrito sin mis charlas con él y sin su apoyo–, a Bruno Ziauddin, a Margaux de Weck, a Markus Lemke, a Lawrence Sandrowitz, a Marie-Caroline Aubert, a Shira Hadad, a Saray Gutman, a Naama Lord-Hareben, a Nurit Spiyak-Kobrasky, a Dovi Eichenwald y a Marta Marzanska-Mishani.

Mi familia y mis amigos se hallan en todos los libros que he escrito, pero en este se encuentran de una manera diferente: sin el caparazón protector de la ficción. Os pido perdón por no protegeros con él. Lo único que puedo decir en mi defensa es que a quien principalmente he quitado el caparazón de la ficción es a mí mismo. Y quizás sea más correcto escribir que la guerra ha sido la que nos lo ha quitado a todos.

 

Primera parte
Conmoción y alistamiento
(7-14 de octubre de 2023)

 

«La grande guerre a commencé»

Sábado, seis de la mañana. Me despierto en un hotel de Toulouse y veo un mensaje de Marta: «Buenos días. Se ha montado un buen lío aquí». En ese momento, antes de mi primera llamada de teléfono, estaba convencido de que algo había pasado en casa. Algo que nos afectaba solo a nosotros. Igual la lavadora se había vuelto a estropear y había inundado la casa. Igual uno de los chicos estaba enfermo. Cuando la llamo por teléfono, me cuenta que las alarmas los han despertado y están encerrados en el refugio antiaéreo. Desde Gaza están lanzando un montón de misiles.

En Toulouse aún no ha amanecido. Me levanto despacio de la cama. Me lavo los dientes. Todavía no he descartado el plan de salir a correr por la mañana a orillas del río Garona antes de enfrentarme a un largo día de encuentros con lectores en el festival de novela negra por el que me encuentro aquí. De cuando en cuando lanzan misiles hacia Tel Aviv desde Gaza. Marta, mi mujer, pese a no ser israelí, ya se ha acostumbrado a correr con los chicos para meterse en el refugio. Además, la Cúpula de Hierro defiende el cielo de Tel Aviv y la mayoría de las veces los misiles son desviados ya en el aire.

Solamente cuando enciendo el ordenador y entro en las webs de noticias de Israel, comprendo que en esta ocasión ha ocurrido algo muy distinto. Ponen una y otra vez el mismo vídeo, ya que las cadenas de televisión y las páginas de internet casi no tienen información todavía sobre lo que está sucediendo en el sur del país. En ese vídeo se ve una camioneta blanca en la que van subidos milicianos de Hamás, vestidos con un uniforme parecido al del ejército israelí. La camioneta se detiene en medio de la ciudad de Sderot, enfrente de la comisaría. Los hombres armados se bajan y empiezan a disparar hacia todos lados. No hay nadie que combata contra ellos. Un coche que iba por la carretera se detiene junto a la camioneta y uno de los de Hamás se acerca y mata a su conductor.

Más tarde empiezan a mostrarse más vídeos. Algunos de ellos los graban los propios israelíes desde las terrazas de sus casas o a través de las rendijas de las persianas de sus ventanas; otros han sido grabados por los propios terroristas. En estos últimos se ve a hombres armados y uniformados –parte de ellos van subidos en camionetas blancas, otros van en moto, otros van a pie– atravesando la valla fronteriza entre la Franja de Gaza e Israel y entrando en el país sin obstáculo alguno. Llevan fusiles, lanzagranadas y cinturones llenos de munición. Se pasean por las calles de localidades israelíes y van disparando indiscriminadamente a su alrededor.

Los reporteros y los presentadores de los informativos no comprenden qué está ocurriendo. Cientos de misiles siguen cayendo sobre las calles del país. ¿Dónde se encuentra el ejército? Circulan rumores de que los terroristas han entrado en los kibutz y de que, además, están tomando el control de las bases militares. Los habitantes del sur llaman a las cadenas de televisión, entran en antena y relatan susurrando que están encerrados en los refugios y que oyen disparos y hablar en árabe al otro lado de la ventana cerrada. Solo a posteriori sabremos que hemos sido testigos en directo de multitud de asesinatos de civiles. «Venid a rescatarnos», pide una mujer llorando. «¿Por qué no vienen los soldados a defendernos?» Eso pregunta ella desde el refugio donde se esconde con sus hijos y en el que está escuchando cómo los terroristas entran en su casa y están buscándolos. Finalmente se acercan a la puerta del refugio, mueven el picaporte e intentan abrirla con un disparo. Nadie acude en su ayuda. Le mando un breve mensaje a mi amiga y editora en Gallimard, MarieCaroline Aubert, con el fin de advertirla de que tendré que acortar mi estancia. Le escribo: MERDE. LA GRANDE GUERRE A COMMENCÉ.

  

* * *

Traducción de Sonia de Pedro

* * *

 

Habitación sin vistas

 

Descubre más sobre Habitación sin vistas de Dror Mishani aquí.


COMPARTE EN:

Suscríbete

¿Te gustaría recibir nuestro boletín de novedades y estar al día con los eventos que realizamos? Suscríbete a nuestra Newsletter.