01/01/2025
Empieza a leer 'Habitada' de Cristina Sánchez-Andrade
A Daniel
Me habita un grito.
Cada noche levanta el vuelo y aletea
buscando, con sus garfios, algo que amar.
Me horroriza esto oscuro
que duerme en mí;
todo el día siento su girar suave, emplumado, su malignidad.
Sylvia Plath, «Olmo»
muda
oigo una voz
levántate, me ordena. tienes que ir.
así que me levanto y salgo de casa.
me interno en las entrañas del bosque.
llevo un año en la cama, atada de manos y pies con correas la mayor parte del día. me alimento de los recortes de ostias que trae el señor abad. de mi cuerpo no sale ni una sola excreción: ni orina, ni bilis, ni heces. solo gruñidos y ruidos. y rechinar de dientes.
un grito me habita. a veces, es mugido que sube por la escalera de la columna vertebral. entonces, si no estoy atada, me arrojo sobre la gente: araño o muerdo. me contorsiono, río, me arranco la cabellera a puñados, me paso el pie izquierdo por encima del hombro derecho. de un brinco salto al suelo y corro por el cuarto a cuatro patas, como un can.
la «Iluminada», me dicen. mi padre ha oído que eso dicen. yo no lo oí.
mi padre no me deja salir sola. cuando me saca es para llevarme a misa. allí me sienta en el primer banco y me dice que no hable con nadie. yo no sé por qué no quiere que hable con la gente. bien se ve que es el señor abad quien dice lo que tengo que hacer.
él dice:
está poseída por un demonio fornicador
dice el médico:
es un caso típico: el útero se pone a flotar descomponiendo el orden del cuerpo humano.
dice Ramona:
esto es un meigallo que alguien le echó a la pobre rapaza.
dice Jerónima, la Chosca:
¡por qué no la dejaréis en paz!
dice mi padre, cuando le preguntan por mí:
ahí arriba está. encamadiña.
la voz me dice:
sigue, sigue caminando.
así que me adentro en el bosque.
la raíz del árbol hace la sed.
la baba del caracol, el camino.
penetro en la niebla. leve rumor de animales que huyen entre el follaje. graznidos de pájaros. chillidos de alimañas. cerca hay un crucero recubierto de musgo. allí deja la gente amuletos, tejas con ajos, pedazos de ropa, velas, rosarios y cruces, sapos resecos o cabezas de gallina para curar el mal de ojo. allí se hacen rituales, se entierra a las criaturas que fallecen sin ser bautizadas, para que no vayan al infierno. hoy hay una sotana de cura: alguien la debió dejar para enmeigar al señor abad. me la pongo. sigo caminando.
las ramas crujen bajo mis pies.
los troncos caídos me hacen tropezar.
hay cielo. hay tarde a secas. que es naranja y azul. hay agua. hay sol. hay un ruido frío y resbaladizo como la piel de las ranas. muerdo las piedras. escupo los pájaros. mirar a otro a los ojos da miedo. los ojos derriten los ojos. hay todas las cosas.
un poco más allá, está el arroyo.
camino por la orilla y luego me tumbo de bruces.
danzan por la superficie, entre mosquitos y bichos de Lucifer, más de tres mil espíritus.
la voz dice:
bebe
y bebo.
al alzar la cabeza, puf.
algo me pasa por dentro. fiusss. las vísceras se encogen. las entrañas me aprietan.
los árboles giran, el suelo no se está quieto y grito. el suelo no deja de subir y las vacas galopan entre las nubes. me caigo. intento levantarme y agarrarme de un árbol, pero el árbol no está y espero a que vuelva.
el río se mueve
se aleja
se aleja
todo se aleja de mí. el río. las vacas. los árboles. lágrimas por cosas. por lo que me pasó. me caen lágrimas de los ojos. y crujido de músculos. huesos que rugen. las rodillas entrechocan. los dientes chasquean. tirones de la piel. un nido de avispas zumba en el pecho.
me palpo. tengo vello en la cara y bajo la garganta. el vientre está viscoso, cubierto de gelatina y cáscaras de un mundo lejano.
algo tropieza y palpita entre mis piernas. un pene cuelga como el badajo de una campana. tolón.
¿quién soy?
emerge de mí misma un hombre como un enorme insecto con las patas dobladas.
deja en la orilla el molde vacío de mi anterior vida.
* * *
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