12/03/2021
Empieza a leer 'Lecciones de una pandemia' de Salvador Macip
This is the way the world ends
Not with a bang but a whimper.
T. S. ELIOT
Introducción
El 2020 fue histórico en muchos sentidos. Fue el año que aprendimos lo frágil que es nuestro estilo de vida. El año que nos encerramos en casa durante semanas, que nos lavamos las manos compulsivamente y que nos cubrimos la cara para salir a la calle. El año en el que socializar se convirtió en una palabra malsonante. Mi 2020, como el de tantas otras personas, tuvo muchas videoconferencias, pocas vacaciones y casi ningún abrazo. Para los más afortunados, fueron unos meses de sacrificios y privaciones. Pero para muchos fue una época muy dura, llena de sufrimiento, de enfermedades, de secuelas que no acababan de desaparecer e incluso de muerte.
La pandemia de covid-19, que comenzó silenciosamente en los últimos meses de 2019 en China y estalló a principios del año siguiente en todo el planeta, nos trajo una situación nunca vista. No es que antes no haya habido pandemias similares (y mucho peores), pero esta es especialmente relevante. Se puede considerar la más importante del siglo XXI, muy por delante de la anterior, la pandemia de la gripe A (H1N1) de 2009. La covid-19 ha sido la gran crisis sanitaria del mundo moderno, entendido como una sociedad hiperconectada (tanto por la gran capacidad de movimiento físico como por el flujo inmediato de información), y la más globalizada de la historia. Se puede decir, pues, que es la primera urgencia a la que hemos tenido que hacer frente juntos en todo el planeta, lo que nos ha ocasionado una serie de retos inesperados.
Si dejamos de lado por un momento el número de víctimas (mortales o no, directas o indirectas) que el SARS-CoV-2 ha causado desde que fue identificado, que es trágicamente elevado, podríamos considerar que la pandemia ha tenido un lado positivo: ha destapado que no estábamos preparados para enfrentarnos a una situación de esta magnitud. Y eso es bueno, porque nos permite empezar a prepararnos para la siguiente. Que vendrán más es innegable, aunque no podemos predecir cuándo ni qué las causará. Puede ser, incluso, que la próxima vez nos tengamos que enfrentar a un microbio más letal que este, y si entonces volvemos a cometer los mismos errores, las cifras de muertos podrían ser fácilmente comparables a las de las grandes plagas históricas, que ahora vemos como algo de un pasado imposible de repetirse.
Deberíamos aprovechar, pues, todo el conocimiento que hemos acumulado a lo largo de los últimos meses para analizar qué se ha hecho mal y cómo deberíamos organizarnos para responder a otra emergencia que amenace la salud de la humanidad de manera aguda. Es un buen momento para aprender de los errores y hacer lo que sea necesario para no cometerlos de nuevo. El objetivo de estas páginas es repasar algunos de los puntos clave que habría que tener presentes antes, durante y después de una crisis sanitaria (sobre todo de naturaleza infecciosa) para asegurarnos de que el impacto social y personal es el mínimo posible, utilizando como ejemplo principal la pandemia de covid-19, pero también relacionándola con acontecimientos similares. Este es un libro que intenta plantear preguntas, más que dar todas las respuestas.
De entrada, puede parecer que la mayoría de las acciones destacadas para blindar la salud del planeta están fuera del alcance de la población general. Pero debemos recordar el poder que tenemos. Nosotros escogemos a los líderes que las deberían implementar y, por lo tanto, somos los que tenemos que hacer presión para que aprueben los cambios que nos garanticen la seguridad necesaria para vivir tranquilos. Utilicemos este breve ensayo como punto de partida para medir la preparación de la sociedad y de los dirigentes del futuro, para poder exigir las mejoras que sean necesarias para hacer frente a los desafíos que nos esperan a lo largo de las próximas décadas.
Actualmente, el verdadero peligro para la humanidad no surge tanto de nosotros mismos como de la naturaleza y de las interacciones que mantenemos con ella. Es poco probable que el mundo se acabe con una gran explosión, que era el gran miedo que heredamos de la Guerra Fría. En cambio, sí que debemos temer la amenaza invisible de los microbios, que podrían borrar silenciosamente a los seres humanos del planeta si se dieran las condiciones adecuadas o, por lo menos, causar grandes olas de mortalidad. Tenemos los recursos para evitarlo, pero solamente nos servirán si sabemos utilizarlos de forma eficiente. La intención de este texto es empezar a discutir la mejor manera de hacerlo y, así, convertirse en una herramienta más para poner en marcha un debate y un cambio cada vez más necesarios.
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Traducción de Yolanda Porter.
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