02/09/2024
Empieza a leer 'Los vulnerables' de Sigrid Nunez
Detrás de todo se encuentra [...] cierta cualidad a la que podemos llamar duelo.
JAMES SAUNDERS,
La próxima vez te lo diré cantando
La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ,
Vivir para contarla
¿Cómo te expones sin pedir amor o compasión?
MARGO JEFFERSON,
seminario sobre la escritura de Negroland
Primera parte
«Era una primavera vacilante.»
Me había leído el libro hacía mucho tiempo y, salvo esta frase, no recordaba casi nada de él. No podría hablarte de las personas que aparecían en el libro ni de lo que les había sucedido. No podría haberte contado (hasta más tarde, después de buscarlo) que el libro comenzaba en el año 1880. No es que fuese importante. Cuando era joven creía que era importante recordar lo que ocurría en cada novela que leía. Ahora sé la verdad: lo que importa es lo que experimentas al leerla, los estados de ánimo que evoca la historia, las preguntas que te vienen a la mente, no tanto los hechos ficticios que se describen. Esto te lo deberían enseñar en el colegio, pero no lo hacen. En cambio, siempre hacen hincapié en lo que recuerdas. De no ser así, ¿cómo podrías escribir una crítica? ¿Cómo lograrías aprobar un examen? Me cae bien el novelista que confesó que lo único que se le quedó grabado después de leer Anna Karénina fue el detalle de una cesta de picnic con un tarro de miel dentro. Lo que se me ha quedado grabado todo este tiempo tras leer Los años fue cómo empezaba, con esa primera frase, seguida de una descripción del tiempo.
Nunca se debe comenzar un libro hablando del tiempo es una de las primeras reglas de la escritura. Nunca entendí por qué no.
«Un tiempo implacable de noviembre» es la tercera frase de Casa desolada. Después de la cual Dickens, como bien sabemos, se explaya acerca de la niebla.
«Era una noche oscura y tormentosa.» Nunca he entendido por qué esta frase ha sido universalmente reconocida por (se me olvidó quién: algo más que consultar) como la peor manera de empezar una novela. Desdeñada por ser poco emocionante y, al mismo tiempo, demasiado melodramática.
(Edward Bulwer-Lytton, originalmente. En un libro titulado Paul Clifford, en 1830. Después se burlaron de la frase otros, entre los que destacan Ray Bradbury, Madeleine L’Engle y Snoopy.)
«Poco imaginativos» era el término que utilizaba Oscar Wilde al describir a aquellos para quienes el tiempo es un tema de conversación. Desde luego, en su época el tiempo –en particular el tiempo inglés– era aburrido. Nada que ver con ese espectáculo mucho más cambiante, a menudo apocalíptico, que obsesiona hoy a la gente del mundo entero.
Es importante señalar, sin embargo, que no era normal –vapor condensado, una nube baja– la niebla de que hablaba Dickens, sino un efluvio causado por la espantosa contaminación industrial de Londres.
Era una primavera vacilante.
Todas las mañanas salía a pasear temprano. Era mi mayor placer en una penuria de placeres, el de observar cómo iba llegando día a día una nueva estación: las magnolias que hacían asomar sus pétalos y que –tan dolorosamente pronto, como me parecía cada año, pero nunca tanto como en la primavera de 2020– perdían sus pétalos. Los cerezos en flor, aún más hermosos –los más hermosos, de acuerdo– pero igualmente efímeros. Los trompones, los narcisos –¿narcissus? ¿narcissi?– y los estridentes tulipanes, casi como bocas salvajes chillando en busca de atención. «Demasiado fogosos» le parecieron a Sylvia Plath una vez unos tulipanes «demasiado rojos» en un jarrón. Como las flores asustadas de Rilke que «se levantaban y decían: Rojo». Para Elizabeth Bishop, las manchas en las puntas de los pétalos del cornejo eran como quemaduras de colilla.
¿Es casualidad que los nombres de las flores sean además siempre palabras bonitas? Rosa. Violeta. Lirio. Nombres tan atractivos que la gente los elige para sus hijas. Jazmín. Camelia. Una vez vi una bulldog que se llamaba Petunia. Y una gata llamada Mimosa.
Se me ocurren muchos otros bonitos: anémona, lila, azalea. Por supuesto, ha de haber una excepción. Siempre hay excepciones. Aunque, si bien no me gusta mucho el de Flox, no se me ocurre ningún nombre horrible de flor, ¿y a ti?
Hay otras plantas, como las malas hierbas, con nombres horribles, como la vicia. Estamos pensando en llamar Vicia al bebé. Conoce a los mellizos: Artemisa y Astrágalo. Marrubio. Cimicifuga. Ajenjo: el nombre que C.S. Lewis le dio al aprendiz de diablo en Las cartas del diablo a su sobrino.
¡Boca de dragón! Nunca para una niña, jamás, pero sí es un buen nombre para un gato.
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Traducción de Mercedes Cebrián
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