02/03/2020
Empieza a leer 'Manifiesto contrasexual' de Paul B. Preciado

Es ciertamente peligroso que, al prolongar la fría investigación científica, se llegue a un punto en el que objeto deje de ser indiferente para convertirse en algo excitante. En efecto, la ebullición que contemplo, la que anima el mundo, es también mi ebullición. Por lo tanto, el objeto de mi investigación no puede distinguirse del sujeto mismo. Pero debo ser más preciso: no puede distinguirse del sujeto en su punto de ebullición. Así es como, antes incluso de tropezar con dificultades para encontrar un lugar en el panorama del pensamiento, mi proyecto chocaba con un obstáculo más íntimo, que es, por otra parte, el que da sentido fundamental al libro.

GEORGES BATAILLE, La parte maldita, 1949

 

La primera novela, la de Adán y Eva, ha sido publicada demasiadas veces.

NATALIE CLIFFORD BARNEY, Pensées d’une Amazone, 1920

 

NUEVA INTRODUCCIÓN  AL «MANIFIESTO CONTRASEXUAL»

[…]

VEINTE AÑOS DE REVOLUCIÓN

Escribí este libro en el invierno del año 2000, mientras viajaba entre Nueva York y París. Mi intención era extender a la sexualidad las conclusiones de las teorías de la performatividad del lenguaje de género de Judith Butler y de la tecnopolítica de los monstruos de Donna Haraway. El único y fastidioso problema fue que cuando este libro se publicó en Francia y en España los textos de Judith Butler y de Donna Haraway no habían sido aún traducidos. Eso hizo que su primera edición fuera para unos un ovni y para otros un extraño gusano salindo del infierno. Por eso, y porque en él se hablaba de dildos y de prótesis sexuales, de superación del binarismo hombre / mujer y de la división jerárquica entre heterosexualidad y homosexualidad. En Francia y en España se empezaban a organizar las primeras políticas de identidad homosexuales en los ámbitos institucionales, y, frente a ellas, este Manifiesto afirmaba que el objetivo de las políticas contrasexuales no era la integración de los homosexuales en la sociedad heterosexual, ni tampoco su afirmación identitaria, sino el cuestionamiento de la norma sexual y la invención de nuevas prácticas de subjetivación disidente.

Demasiadas cosas han sucedido desde que este libro fue escrito. El joven Manifiesto también ha visto cómo caían Bastillas y se reconstruían reinos. Un año después de que fuera publicado por primera vez en francés tuvieron lugar los ataques del 11 de septiembre en Nueva York. Mientras los países que habían comenzado la descolonización con la Conferencia de Bandung en 1954 avanzaban en un proceso imparable por invertir sus posiciones de subordinación económica, política y cultural, Occidente iniciaba el que será quizás el último ciclo de afirmación militar y racial de su hegemonía.

Cuando este libro fue escrito el feminismo no estaba de moda, en Francia y España la palabra «queer» no significaba nada y el único discurso público en torno a la homosexualidad era el double-bind de la patologización/prevención del sida. Para comprar un dildo de silicona era necesario viajar a uno de los sex-shops feministas de Londres, Nueva York o San Francisco. Internet no era más que una centena de páginas y una extraña función del ordenador que decía You Got Mail. No había ni porno feminista ni posporno y la gente ligaba en las fiestas, por minitel o, como yo, en las bibliotecas. Entre tanto, el movimiento gay blanco de clase media había absorbido, y después eclipsado y neutralizado, la fuerza revolucionaria de los movimientos homosexuales y trans de finales de los años setenta. La mayoría de las grandes metrópolis occidentales tenían barrios gays que representaban centros de visibilidad y consumo de la homosexualidad blanca de clase media. Sin embargo, ningún país había legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo ni la adopción homosexual. España no legalizaría el matrimonio homosexual hasta 2005, y Francia, que había votado tímidamente el PACs (la otra forma de unión civil, junto con el matrimonio, admitida en el derecho francés, en este caso abierta a las uniones entre personas del mismo sexo) en 1999, no lo haría hasta 2013. La visibilidad de las mujeres trans era limitada o estaba reducida al ámbito de la cultura del espectáculo, y no había ninguna voz pública de hombres trans, de personas intersexuales, de trabajadoras sexuales o de personas no binarias en Europa. Y definitiva-mente el feminismo seguía sin estar de moda.

En 2008, la crisis financiera causada por las hipotecas basura en Estados Unidos alcanzaría repercusiones globales, induciendo una crisis de la deuda pública y una precarización de las clases medias y trabajadoras. Al mismo tiempo, el recrudecimiento de las guerras en Irak, Irán, Afganistán y Siria, así como en numerosos lugares del continente africano, provocaría el éxodo de personas más intenso desde la Segunda Guerra Mundial. Vimos entonces cómo Europa cerraba sus fronteras y recrudecía sus políticas antimigración. Si hasta entonces la expansión del capitalismo liberal parecía venir acompañada de la extensión del modelo de democracia representativa, aparece después de la crisis un nuevo modelo político de democracia neoconservadora que combina un neoliberalismo económico extremo con el lenguaje sexocolonial nacionalista que caracterizó la formación de los imperios del siglo XIX.

A partir de 2010, y frente a las expectativas de despolitización y apatía que rigen la lógica neoliberal, cientos de miles de cuerpos salen a las calles y se reúnen en las plazas de todo el mundo. Las prácticas feministas y queer, sus modos de poner el cuerpo y de situar el discurso, dieron forma a las asambleas de las plazas, desde las ocupaciones de Tahrir hasta las del 15-M. El feminismo y las políticas queer estaban encontrando nuevas formas de acción, pero, sin embargo, los lenguajes del feminismo seguían sin estar de moda.

Hasta 2017, cuando se difunden a través de las redes sociales y de los hashtags #MeToo y #BalanceTonPorc una cadena de denuncias de mujeres en Estados Unidos, Francia e Inglaterra... y después rápidamente de todo el mundo contra abusos sexuales cometidos por hombres, a menudo en el marco laboral. Las denuncias surgen primero en el ámbito del cine americano y después en el de la cultura. Los medios de comunicación se hacen eco masivamente de las protestas. El movimiento genera un auténtico seísmo social. Se estaba produciendo la articulación de un nuevo movimiento feminista global. Y aunque, como alerta la activista boliviana María Galindo, la voz de un feminismo blanco liberal hegemónico amenaza con borrar las voces, los cuerpos y los nombres de las mujeres racializadas, proletarias, trabajadoras sexuales y trans, la visibilidad de los lenguajes feministas en los medios de comunicación y la cultura popular ha generado una situación radicalmente diferente a la del año 2000, cuando este libro fue publicado por primera vez.

El feminismo (un feminismo blanco y liberal) se ha puesto de moda. Y frente a él, los lenguajes arcaicos de la razón patriarcal y colonial levantan un nuevo frente neofascista. Pero en diálogo y en tensión con las voces dominantes del feminismo liberal y del tecnopatriarcado colonial existe una revolución profunda y subterránea que está teniendo lugar en el ámbito de las prácticas sexuales y de género. Una revolución que cuestiona la epistemología de la diferencia sexual. Durante las dos primeras décadas del siglo XXI se han articulado formas inéditas de lucha y de representación política que cambiarán lo que entendemos por un cuerpo vivo y por un sujeto político con derechos sociales.

El movimiento transexual y transgénero está adquiriendo a la vez visibilidad cultural y reconocimiento legal. Las prácticas de disidencia sexual comienzan a generar posiciones asintóticamente distantes tanto de la heterosexualidad normativa como de los códigos dominantes de la masculinidad y de la feminidad. La estética gender fluid se extiende entre les niñes y adolescentes y aumentan las demandas de reconocimiento legal de las identificaciones de género no binario. Aparece una nueva generación que rechaza identificarse con los modelos tradicionales de pareja monógama y afirma la práctica del poliamor. Las redes sociales y las aplicaciones se constituyen en el primer espacio relacional. Numerosas producciones independientes exploran la in-ención de un nuevo lenguaje audiovisual pornográfico feminista y queer... Quizás las prácticas de este Manifiesto ya no sean necesarias. Ahora son una voz entre cientos de miles de voces.

 

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Manifiesto contrasexual

 

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