24/06/2024
Empieza a leer 'Memory Lane' de Patrick Modiano y Pierre Le-Tan
París, 18 de mayo de 1979
Me pregunto qué química misteriosa hace que se forme un «grupito»: lo mismo se dispersa muy rápido que permanece homogéneo durante muchos años, y a menudo, en razón del carácter dispar de sus miembros, nos recuerda las redadas de la policía que reúnen, entre la medianoche y el amanecer, a individuos que de otro modo nunca se habrían conocido.
No llegué a ser un miembro efectivo de aquel grupito que tuve ocasión de observar a mis veinte años. Pero sí lo frecuenté, y eso fue suficiente para conservar un recuerdo bastante claro. Quien me introdujo en él se llamaba Georges Bellune. En aquella época yo trabajaba en una editorial musical –un trabajo de poca categoría– y Bellune ocupaba el despacho contiguo al mío. Creo que ejercía la profesión de agente y su especialidad era la organización de giras por el extranjero para artistas que aún no habían alcanzado una auténtica notoriedad. Muy pocas veces oí sonar el teléfono a través del tabique que separaba nuestros despachos. Nos encontrábamos en el ascensor y en el pasillo y nos hicimos amigos. Por las tardes llamaba a mi puerta.
–¿Y si fuéramos a dar una vuelta? –me preguntaba.
Tomábamos la calle Berri hasta los Campos Elíseos y luego la recorríamos en sentido contrario. Y así muchas veces. Bellune callaba y yo no me atrevía a sacarlo de su ensimismamiento.
Un día me invitó a comer en el Saint-Gautard, un restaurante de la calle Faubourg Montmartre cuya clientela se componía de hombres solos y de aspecto austero. Mi amigo me explicó que conocía aquel establecimiento desde hacía más de treinta años. Había venido por primera vez en compañía de un tal Oscar Dufrenne, director de una sala de music hall cercana, que fue asesinado al cabo de un mes. A la misma hora del crimen un marinero huía del despacho de Dufrenne y se perdía entre el público que abarrotaba la galería, mientras las bailarinas se agrupaban para el número final. Aquella silueta furtiva de un marinero desapareciendo en la penumbra sumía a Bellune en un estado de ensoñación. La policía había interrogado al grumete acordeonista del espectáculo, pero sin resultados.
Tras el almuerzo, Bellune me pidió que lo acompañara a una zapatería de la calle Cité Bergère. Uno de sus amigos, Paul Contour, le había rogado que pasara a recoger dos pares de mocasines que tenía en cargados. Nada más llegar nos dimos cuenta de que la tienda estaba cerrada para siempre. El polvo cubría el escaparate y una planta trepadora invadía el mostrador vacío. Bellune dejó escapar una risita al contemplar la tienda abandonada, con la planta que continuaba creciendo y los pares de mocasines de Contour que sin duda estaban echándose a perder en un rincón.
–Es muy propio de Paul –me dijo.
Una tarde que salimos juntos de la oficina me propuso acompañarlo a casa de sus amigos los Contour. Acepté, muy intrigado, porque el escaparate de la zapatería fantasma aún ocupaba mis pensamientos.
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Traducción de Emilio Manzano
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