23/12/2022
Empieza a leer 'Primera sangre' de Amélie Nothomb

Me llevan ante el pelotón de fusilamiento. El tiempo se estira, cada segundo dura un siglo más que el anterior. Tengo veintiocho años.

Frente a mí, la muerte tiene el rostro de los doce ejecutantes. La costumbre exige que, de entre todas las armas repartidas, una esté cargada con balas de fogueo. Así cada uno de ellos puede considerarse inocente del asesinato que está a punto de perpetrarse. Dudo que esta tradición se haya respetado hoy. Ninguno de esos hombres parece necesitar una posibilidad de inocencia.

Hace unos veinte minutos, cuando he oído que gritaban mi nombre, enseguida he sabido lo que significaba. Y juro que he suspirado de alivio. Como van a matarme, ya no tendré que hablar más. Llevo cuatro meses negociando nuestra supervivencia, cuatro meses en los que me he entregado a interminables asambleas con el fin de posponer nuestro asesinato. ¿Quién defenderá ahora a los demás rehenes? No lo sé, y eso me angustia, pero una parte de mí se siente reconfortada: por fin voy a poder callarme.

Desde el vehículo que me ha trasladado hasta el monumento, he contemplado el mundo y he empezado a apreciar su belleza. Qué lástima tener que abandonar un lugar tan espléndido. Qué lástima, sobre todo, haber necesitado veintiocho años de existencia para ser así de sensible.

Me han tirado del camión y el contacto con la tierra me ha encantado: este suelo tan acogedor y blando, ¡cómo me gusta! ¡Qué planeta tan agradable! Creo que podría disfrutarlo mucho más. Pero también para eso es demasiado tarde. Por un momento me alegra la idea de que en unos minutos mi cadáver vaya a ser abandonado sin sepultura.

Es mediodía, el sol dibuja una luz intransigente, el aire destila excitantes aromas a vegetación, soy joven y reboso salud, morir es demasiado estúpido, ahora no. Sobre todo no pronunciar palabras históricas, sueño con el silencio. A mis oídos no les gustará el ruido de las detonaciones que me van a masacrar.

¡Y pensar que llegué a envidiarle a Dostoievski la experiencia del pelotón de fusilamiento! Ahora me toca a mí experimentar esta revuelta de mi ser más íntimo. No, rechazo la injusticia de mi muerte, reclamo un instante más, cada momento es tan intenso, nada excepto saborear el transcurso de los segundos me basta para calmar la angustia.

Los doce hombres me apuntan. ¿Veo pasar mi vida ante mí? Lo único que experimento es una revolución extraordinaria: estoy vivo. Cada momento es divisible hasta el infinito, la muerte no podrá alcanzarme, me sumerjo en el núcleo duro del presente.

 

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Traducción de Sergi Pàmies

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Primera sangre
 

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