23/09/2020
Empieza a leer 'Yo soy el monstruo que os habla' de Paul B. Preciado


Discurso de un hombre trans, de un cuerpo no-binario, ante l’École de la Cause freudienne de Francia

El 17 de noviembre de 2019 fui invitado a hablar ante 3.500 psicoanalistas reunidos para las jornadas internacionales de l’ École de la Cause freudienne en París. Para alguien que ha sido diagnosticado como «enfermo mental» y «disfórico de género» por el discurso de la psicología normativa no es banal ni resulta sencillo hablar ante la asamblea de expertos científicos que le han objetivado.

El discurso causó un seísmo en el palacio de congresos. Cuando pregunté si había un, una o une psicoanalista homosexual, transexual o no-binario en la sala, se hizo un espeso silencio, solo roto por algunas risas socarronas.

Cuando pedí a la institución psicoanalítica que se hiciera cargo de la actual transformación de la epistemología sexual y de género, la mitad de la sala me abucheó. Una mujer que estaba suficientemente cerca de mi tribuna como para que yo pudiera escucharla dijo que yo era Hitler y que tenían que hacerme callar. Entre tanto, la otra mitad de la sala aplaudía y silbaba. Después, rápidamente, los organizadores del coloquio me recordaron que mi tiempo se había acabado, así que traté de apurarme, me salté algunos párrafos, solo pude leer un cuarto del discurso que había preparado.

Pasados unos días de la conferencia, las asociaciones psicoanalíticas entraron en guerra. La Escuela de la Causa Freudiana se dividió, las posiciones a favor o en contra se afilaron. El discurso, filmado por docenas de teléfonos móviles, se publicó en internet; se transcribieron algunos fragmentos, que luego fueron aproximativamente traducidos al español, al italiano, al inglés... y que circularon y aún circulan por internet sin que nadie se preocupara de la exactitud del texto o de la traducción.

Con el fin de ampliar el debate, he decidido publicar el discurso en su totalidad, tal y como me hubiera gustado compartirlo ese día con la asamblea de psicoanalistas.

 

 

«¿Qué vengo a hacer aquí? Vengo a ser terrible. Soy un monstruo, decís. No, soy el pueblo. ¿Soy una excepción?
No, soy todo el mundo. La excepción sois vosotros. Vosotros sois la quimera y yo soy la realidad.»
VICTOR HUGO, El hombre que ríe 
(Citado por la artista LORENZA BÖTTNER  en su tesis «¿Discapacitada?»)

 

Honorables señores y señoras de la Escuela de la Causa Freudiana, estimados señores y señoras psicoanalistas, y no sé si vale la pena que diga también honorables todes aquelles que no son ni señoras ni señores, porque no creo que haya entre ustedes ninguna persona que haya oficial y públicamente renunciado a la diferencia sexual y que haya sido aceptada como psicoanalista de pleno derecho, y que haya podido atravesar con éxito el proceso que ustedes llaman el «pase», y que les confiere el derecho de analizar a otros; si hubiera una persona así entre ustedes, si ese psicoanalista trans, no-binario existiera y hubiera sido admitido entre ustedes como experto y estuviera aquí hoy, mis saludos para ese honorable mutante serían aún más cálidos.

Me hacen ustedes el honor de presentar a la Academia un informe de mi vida como hombre trans. No sé si podré complacerles y aportar datos que ustedes, señores y señoras académicos, no conozcan de primera mano, pues, como yo, están insertos en un régimen dominado por la diferencia sexual y, por tanto, casi todo lo que yo pueda decirles lo habrán vivido ustedes mismos, de un lado u otro de la frontera de género, aunque quizás ustedes se piensen como hombres o mujeres naturales y tal suposición les haya impedido observar el dispositivo en el que se encuentran con una distancia saludable. Me perdonarán si en el relato que estoy a punto de compartir con ustedes no doy por supuesta la existencia de tales naturalezas de la masculinidad y de la feminidad. No necesitan abdicar de sus creencias –porque de creencias se trata– para escucharme. Óiganme primero y luego vuelvan a su vida natural –o mejor sería decir naturalizada– si pueden.

Déjenme que para atreverme a presentarme frente a ustedes, puesto que ustedes son 3.500 y yo me siento un tanto solo de este lado del estrado, coja carrerilla y salte sobre los hombros del maestro de todas las metamorfosis, del mejor analista de los excesos que se esconden bajo el tejado de la razón científica y de la locura que toma el nombre compartido de salud mental: Franz Kafka.

En 1917, Kafka escribe «Ein Berich für eine Akademie», «Informe para una academia». El narrador del texto es un simio que después de haber aprendido el lenguaje de los humanos se dirige a una academia de altas autoridades científicas para explicarles lo que el devenir humano ha supuesto para él. El simio, que dice llamarse Pedro el Rojo, cuenta cómo fue capturado por una expedición de caza organizada en la Costa de Oro por el circo Hagenbeck, cómo fue alcanzado por dos balas, cómo fue después trasladado hasta Europa en un barco, traído a un circo de animales e instruido hasta convertirse en un hombre. El híbrido de mono y de hombre narra cómo para poder aprender el lenguaje humano y entrar en la sociedad de la Europa de su tiempo se vio forzado a olvidar su vida de simio hasta convertirse en un hombre alcohólico. Dejaré de lado aquí el alcoholismo y la extraordinaria intuición de Kafka según la cual no es posible humanizarse sin alcohol. Lo más interesante del monólogo de Pedro el Rojo es que Kafka no presenta su historia de humanización como un relato de liberación, sino más bien como una crítica del humanismo europeo. Una vez capturado, el simio no tenía más opción que morir dentro de una jaula o vivir dentro de la jaula de la subjetividad humana. Y es desde esta nueva jaula de lo humano desde la que se dirige a la academia de científicos.

Pues bien, académicos del psicoanálisis, como el simio Pedro el Rojo se dirigía a los científicos, yo me dirijo hoy a ustedes desde la jaula del «hombre trans». Yo, cuerpo marcado por el discurso médico y legal como «transexual», caracterizado en la mayoría de sus diagnósticos psicoanalíticos como un «enfermo mental» en mayor o menor grado, como un «disfórico de género», o estando, según sus sofisticadas y dañinas teorías, más allá de la neurosis, al borde o incluso dentro de la psicosis, habiendo sido incapaz, según ustedes, de resolver correctamente un complejo de Edipo o una envidia del pene. Pues bien, es desde esa posición de enfermo mental en la que ustedes me colocan desde donde me dirijo a ustedes, señores académicos, permítanme que les tutee por un segundo, como un simio humano de una nueva era. Yo soy el monstruo que os habla. El monstruo que vosotros mismos habéis construido con vuestro discurso y vuestras prácticas clínicas. Yo soy el monstruo que se levanta del diván y toma la palabra, no como paciente, sino como ciudadano y como vuestro semejante monstruoso.

Yo, como cuerpo trans, como cuerpo de género no-binario, al que ni la medicina, ni la ley, ni el psicoanálisis reconocen el derecho a la palabra, ni la posibilidad de producir discurso o una forma de conocimiento sobre sí mismo, he aprendido, como el simio Pedro el Rojo, el lenguaje del patriarcado colonial, he aprendido a hablar su lenguaje, el lenguaje de Freud y de Lacan, y estoy aquí para dirigirme a ustedes.

 

Yo soy el monstruo que os habla

 

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