11/09/2019
"Jorge Herralde, fundador de Anagrama, recorre su trayectoria como editor contestatario"

Elena Pita entrevista a Jorge Herralde, fundador de Anagrama, a propósito de la concesión del Premio Fuera de Serie a la Labor Editorial, galardón que se enmarca en el año del cincuentenario de la edorial.

11 de septiembre de 2019 | Expasión

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Le querían ingeniero, pero, siempre a la contra, salió editor. En 1969 fundó Anagrama, con la que ha publicado 3.000 títulos, de Truman Capote a Bolaño. Hace dos años cedió el testigo, pero conserva el mismo despacho, al que sigue yendo.

Ha pasado de adolescente a abuelo sin carta de ajuste. De la juventud que tanto quisieron prolongar los divinos izquierdistas de aquella Barcelona años 60, a un estar sarcástico y lúdico, suelto y descreído. ¿Siempre les habla así, de broma (a las mujeres o el 90% de la factoría Anagrama)? "Siempre que puedo, lo prefiero". Es mañana de lunes a primera hora y finales de julio, y Jorge Herralde arrastra el cansancio de un semestre literario al uso, pero además, editorialmente ubérrimo y festivamente demoledor. El 50 aniversario de la editorial se ha conmemorado con su libro de memorias (Un día en la vida de un editor), promocionados y festejados, libro y fecha, con múltiples celebraciones y homenajes aquí y allende el océano; y con una colección de 50 títulos reeditados con preciosismo artesanal.

-¿No se rinde?

-Y si no, ¿qué hago?

Esta forma de estar sarcástico y suelto, hemos acordado que es la actitud del abuelito Herralde para con sus más de 3.000 nietos o libros editados durante los 48 años que comandó Anagrama; edición que ahora contempla "voluntariamente" desde el mismo despacho pero con la tranquilidad de no jugarse ni los cuartos ni el prestigio, intachable ya, traspasada la propiedad al sello Feltrinelli y la dirección, a su adorada Silvia Sesé. Jorge Herralde, un señor de buenas costumbres (Barcelona, 20 de marzo de 1935) que, viviendo siempre a la contra, consiguió emprender y mantener la más aplaudida editorial "de autor" del último medio siglo de nuestra historia y nuestra lengua.

La cosa empieza con este singular asunto de la cátedra que la Universidad Autónoma de Nuevo León (Monterrey, México) dedica a la editorial, caso planetario, o único en el planeta, y a donde obviamente ha viajado este curso para atender el rendido agasajo de profesores, autores, activistas culturales y alumnos, que a sí mismos se dicen "chicos Anagrama".

Pregunta. ¿Cuánta gente le ha confesado haber recuperado su propia memoria en las páginas de esta cronología editorial?

Respuesta. La verdad es que bastante, incluso exageradamente. Anagrama ha contribuido mucho a la formación de varias generaciones. Las memorias han tenido una buena acogida crítica [y en cuanto a público, va por la segunda edición], y lo que más me ha gustado es que se haya dicho que invitan a leer muchos libros, que es como "una muy buena librería". Y yo respondo: objetivo cumplido. Se es editor por la necesidad de compartir el entusiasmo por las lecturas.

P. ¿Los libros nos leen, que dijo Emilio Lledó?

R. Naturalmente. Ya antes lo había dicho Proust. Un libro tiene lecturas distintas en distintos momentos de la vida, porque suponen un doble viaje: al exterior, que es el propio libro, y al interior, que es lo que descubrimos de nosotros mismos y nos hace partícipes.

P. Definirse a sí mismo es embarazoso, pero ya que dice que su catálogo es su biografía, ¿podría diagnosticar esa "legítima rareza" de su catálogo, o sea de usted mismo?

R. Me he pasado la vida peleando a la contra, de mi familia, de mis estudios [es ingeniero industrial], de Franco y de los grandes grupos. Y ahora, supongo que a la contra de mi vejez.

P. Tendieron ustedes a prolongar la juventud...

R. Tuvimos una adolescencia dilatada, mea culpa.

P. Se forjó entre la literatura cómica, con Wodehouse a la cabeza, y el existencialismo más negro o Franz Kafka, dos polos que parecen opuestos pero, ¿lo son?

R. En principio lo son, bastante, pero Kafka admite una lectura cómica, que se descubre leyendo su biografía: lo que a nosotros nos aterroriza, él se lo leía a sus amigos y se tronchaban, por lo desaforado y excesivo, seguramente, en contraste con una prosa serena: "Ayer se declaró la guerra en Alemania, por la tarde fui a nadar".

P. Con Sartre le nació la mala conciencia de burgués y en la edición encontró la terapia contra ella. ¿Para terminar siendo un buen burgués o le sigue pareciendo un insulto?

R. [Inspira]. Naturalmente me parece peyorativo, pero no excluyo que esté contaminado, a mi pesar.

P. Nace Anagrama hace 50 años con un fuerte compromiso que luego deja paso a cierto descreimiento, ¿como pose flemática contra potenciales errores?

R. Los primeros 10 años fueron exaltados y radicales, y nos costaron creo que nueve secuestros de libros. Ahora lo puedo ver como un timbre de gloria pero entonces constituyó una operación punitiva del ministerio contra una editorial incómoda, que defendía el feminismo, la libertad homosexual, el libre acceso a las drogas y la contracultura. Toda una panoplia que un crítico definió como "el pantone de la contestación". Y el descreimiento es la actitud de tantos que habíamos soñado con la ruptura y no la reforma: el llamado desencanto. La revolución en términos editoriales o literarios quedó obsoleta, cerraron todas sus revistas y la editorial lo pasó muy mal. Pero tuvimos la fortuna de sacar en el 81 la colección Panorama de Narrativas, publicando autores muy buenos que entonces eran desconocidos; especial suerte tuvimos con el tándem de Patricia Highsmith y La conjura de los necios [de John Kennedy Toole].

P. ¿Ese cierto descreimiento es compatible con la apuesta por una sociedad más justa que pretende ser su catálogo? "La injusticia es lo que peor tolero", ha declarado.

R. Nosotros continuamos con la colección Argumentos, con una impostación política siempre de izquierdas. Pero yo regresé a mis primeros amores editoriales, que fueron literarios, relegados por el subidón del 68, y sin renegar nunca de nuestro ideario, que hoy sigue siendo de izquierdas en el sentido de contribuir en lo posible a que el mundo sea menos injusto, aunque ya sin retóricas declamatorias.

P. ¿No le resulta obsoleto declararse de izquierdas?

R. Lo que está clarísimo que no soy es de derechas. Yo he votado siempre socialismo, con más o menos entusiasmo, y al inicio de Podemos incluso los voté una vez, síntoma de adolescencia prolongada. Pero lo que me resultaría absolutamente imposible sería votar a cualquiera de las tres derechas actuales.

P. Línea roja.

R. Rojísima [risas].

P. Con "Panorama de Narrativas", literatura de calidad sin etiquetas, nace la llamada "peste amarilla" (internacional), pero también la "gris clarita" con otra colección, "Letras Hispánicas": ¿de cuántos autores españoles puede considerarse padre?

R. [Carraspea]. Padre, de ninguno. Pero el caso más ilustrativo de autor en el que he creído profundamente, es el de Rafael Chirbes, que de unas ventas discretas llegó a convertirse en un clásico de nuestro tiempo. Siempre hemos puesto muchísimo énfasis en la política de autor, son muchos de los que hemos publicado más de 10 títulos.

P. Compró "La conjura de los necios" por unos 1.000 dólares y sigue siendo su mejor "long-seller" de este medio siglo. ¿Se fió de su olfato y solo de su olfato para hacerse con aquel loco manuscrito?

R. Fue la única y mísera oferta que hubo. Era un autor desconocido y muerto, publicado en una remota editorial universitaria, Louisiana University Press. Pero el factor principal que me estimuló a leerlo fue el prólogo de Walker Percy, un novelista aquí poco conocido pero muy bueno, que describía de tal manera cómo lo había descubierto que te hacía sentir cómplice. Cuenta cómo la mamá llegó un día con un paquetón de cuartillas, diciéndole: "Esta es la gran novela de mi hijo, un genio", y él la atiende como buen caballero sureño pensando ya en echarle un vistazo y tirarla a la papelera, pero en vez de eso se engancha, se la lleva a casa y lee hasta terminarla, y convence al editor para publicar la primera ficción del sello.

P. ¿Ahí adquiere usted los derechos en castellano?

R. Sí. Más tarde el director de la mayor colección de bolsillo de EEUU, Putnam, lo publica y gana el Pulitzer a título póstumo, y ahí empieza su carrera. Es una novela que pasa de abuelos a nietos y no cesa de editarse anualmente. Solo le empata Seda, de Alessandro Baricco. Y a continuación, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, una rareza: libro de cuentos, obra única de autor desconocido que muere a los pocos meses de haber publicado, premio póstumo de la Crítica y Nacional de Narrativa, y más de 365.000 ejemplares vendidos.

P. Herralde, ¿se puede ser editor sin estar loco?

R. En realidad todos estamos un poco locos, seas lo que fueres. Para ser editor se necesita una vocación muy auténtica, trabajar mucho, tener suerte, estar siempre con las antenas puestas y recibir mucha información de revistas, ferias, salones literarios...

P. Luego vino el "dream team" británico, y parece que fue ayer. ¿Olfato o suerte, "mister" Herralde?

R. Olfato y conexiones; en este caso, y desde el año 73, con la encargada de asuntos exteriores de Deborah Rogers, que era la mejor agente literaria de la época en lengua inglesa. A ella le compramos los primeros títulos de Tom Wolfe, y el primero del dream team, Primer amor y últimos ritos de Ian McEwan, que entonces era conocido como mister Macabro, y que arranca con un relato sobre el incesto entre dos hermanos, Homemade. Ningún editor español se interesaba entonces por estos autores británicos. Incluso allí estaban empezando, pero no fueron conocidos hasta tiempo después, gracias a la recuperación de la revista Granta y su atención a la nueva narrativa en los 80. La relación con nuestra agente continuó por muchos años y muchas de sus propuestas eran interesantes y, sobre todo, anagramáticas. Con ellos empezamos a construir la fiabilidad de nuestro catálogo, que no consiste solo en apostar por buena literatura, sino editarla y promocionarla de la mejor manera posible, y ahí intervino mucho el Instituto Británico.

P. Ni siquiera ha mencionado el factor suerte, ¿no se dio una especie de conjunción estelar?

R. Sí, pero le diré que a estos escritores les costó más de 10 años ser reconocidos, sus ventas eran muy moderadas. Hubo mucha persistencia.

P. He tenido que leer sus memorias para saber que debemos su editorial a un intento frustrado de ser guionista, ¿divina providencia?

R. No, aquello fue un pequeño escarceo de juventud. Mis íntimos amigos eran cineastas de la Escuela de Barcelona y hubo un intento de guion de un cuento de Luis Goytisolo, mi amigo de colegio, a quien admiraba.

P. También, que salvó el primer naufragio editorial con la venta de sus acciones de Bocaccio. ¡¿Ejerció usted de hostelero de la movida barcelonesa?!

R. No, el hostelero era Oriol Regàs. Invertí, pero yo no ponía copas, me las tomaba. Le vendí las acciones a Lara Bosch [José Manuel Lara Bosch, hijo del fundador de Planeta, José Manuel Lara Hernández, y presidente del grupo editorial desde 2003 hasta su muerte, en 2015], porque le hacía mucha ilusión ser socio de Bocaccio, y contribuyeron en buena parte a la salvación editorial.

P. Vale como excusa que diga que su patria son sus lecturas, pero, ¿y la infancia? Apenas cuenta que su padre era empresario metalúrgico, que estudió en La Salle y que su mejor amigo era Luis Goytisolo. ¿Qué hay de su madre a quien ni siquiera menciona?

R. [Titubea antes de arrancar a hablar, y sentencia]: Con mi madre tuve una relación entre mala y pésima desde mi más tierna infancia. En cambio con mi padre tuve buena relación, sosegada; aunque no le gustara nada mi decisión de ser editor de estos libros ni estábamos de acuerdo en muchas cosas, él era una persona tolerante, de una derecha civilizada. Con mi madre no tenía ningún feeling. Fuimos cinco hermanos en dos tandas, éramos tres mayores y, pasados 10 años, vinieron los dos pequeños.

P. Hablemos del futuro, al que le ve muchas posibilidades y no solo incertidumbres, ¿qué posibilidades? ¿Recuperaremos a los jóvenes iletrados de pantalla por cerebro?

R. Prefiero no hablar del futuro porque hay mucha literatura al respecto y no demasiado alentadora. No creo que me corresponda: he cumplido con mi misión si alguna he tenido. No voy a insistir en la pérdida de lectores, que normalmente se construyen entre los 16-18 años, pero que hoy están en el videojuego.

P. ¿Se nota mucho en las ventas?

R. Sí, en 2008, sumado a la crisis, el bajón fue del 40%. Algo se ha recuperado, pero no gran cosa. Existe mucha dispersión respecto a la lectura. Y perdone los topicazos, pero el apogeo de los youtubers recomendando libros también afecta. Solo hace falta comparar la lista de best-sellers internacionales de 20 años para atrás con las de ahora: donde había muchísimos libros de buena literatura de ficción hoy están ausentes, y si aparece alguno es pura casualidad.

P. ¿No es esto lo más dañino, la perversión del gusto?

R. Probablemente. Pero continúa habiendo lectores empedernidos, y librerías que subsisten en un sistema de autoexplotación y con gran pasión. Y estoy convencido de que la pulsión editora no desaparecerá, prueba de ellos son los centenares de editoriales literarias que continúan naciendo en todo el mundo. Y, sobre todo, en España.

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Entrevista publicada enExpansión, el 11 de septiembre de 2019.


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