12/06/2024
'Nadar, narrar' de Soledad Puértolas
Reproducimos aquí el texto que Soledad Puértolas leyó durante la Feria del Libro de Madrid, en la charla «El ritmo del cuerpo en el agua», el 11 de junio de 2024, junto con Héctor Abad Faciolince y Laía Argüelles.
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El olor del café por las mañanas, el segundo café mientras leo el periódico, la cerveza justo antes de comer... Estos y otros pequeños placeres son mucho, pero nada es comparable al momento en que, alrededor de la una de la tarde -que no es tarde aún, es una hora que pertenece a la mañana-, me sumerjo en la piscina y empiezo a nadar.
Dejo de ser yo, desaparecen los obstáculos, cesan los esfuerzos. El agua se abre para mí, me acoge, desdibuja los límites de mi cuerpo, impregna mi piel. Supongo que avanzo, que en unos segundos alcanzaré el otro extremo de la piscina, pero eso es lo de menos. Lo que importa es irme deslizando suavemente. Oigo el rumor del agua, ese leve ruido que, al avanzar, al deslizarse, produce mi cuerpo -¿mi cuerpo?- y sé que este rumor es el rumor de la fuente de la vida, la fuente del paraíso.
Estoy dentro de un cuento oriental. El susurro del agua que cae y fluye luego por las acequias está dentro de mí, ese susurro soy yo, lo que soy ahora yo, esta feliz disolución.
Es una narración. Y a lo que aspiro, con los restos mí misma, mientras nado, es a narrar así, con tanta facilidad, con la naturalidad con que mi cuerpo se funde con el agua. Ojalá el lenguaje fluyera por los folios como este cuerpo fluye en el agua.
Cuando, luego, en los vestuarios, me preparo para volver a casa, al lugar en el que escribo y que dejé, alrededor de la una, con tanto desapego, movida por la necesidad de ir a nadar, en busca del descanso y el placer asegurados, sé que ya seré otra, porque el agua ha dejado sus huellas en mi piel, se ha colado dentro de mí, ha tocado mi alma.
El día transcurre jalonado por otros pequeños placeres. Pero el rato transcurrido en el agua de la piscina se queda en el fondo de todo y todo es mejor porque ese rato existió. Puede que duerma mal, puede que mil sueños me agiten, me inquieten, puede que me incorpore mil veces en la cama para beber un sorbo de agua como si el agua del vaso fuera milagrosa, tan milagrosa como el agua de la piscina. Todo es mejor con ese rato milagroso dentro de mí.
Amanece, y otra vez me envuelve el olor del café.
Algunas mañanas, antes de ir, de escaparme, a nadar, siento que el lenguaje es como el agua, o como mi cuerpo dentro del agua, y lo dejo, dejo que fluya. Yo también desaparezco, no sé ya quién soy y no me concedo ninguna importancia. Sólo deseo que las palabras sigan fluyendo, sigan deslizándose como se deslizó ayer mi cuerpo por el agua, como se deslizará dentro de un rato.
A veces, narrar es nadar. Nadar es un placer asegurado y me aproximo a él sin el menor temor a sentirme defraudada. Narrar no es siempre así, pero quizá, si yo no nadara, no tendría las fuerzas necesarias para narrar cuando narrar no es nadar.
Soledad Puértolas.
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Este texto está incluido en «Como el sueño», edición no venal, Gobierno de Aragón, 2044 y en «Nostalgia de los demás»>, Ed. Univ. de Valladolid, 2014).