04/11/2019
Mariana Enriquez, 37.º Premio Herralde de Novela

El jurado compuesto por Lluís Morral (librería Laie, Barcelona), Gonzalo Pontón Gijón, Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos y la editora Silvia Sesé seleccionó las siguientes 6 novelas de las 680 presentadas a la trigésima séptima convocatoria del Premio Herralde de Novela, convocado por Editorial Anagrama y dotado con 18.000 euros:

 

Aguaviva, de Norah B. (seudónimo), España

Sin paz, de Rafael Calzada (seudónimo), Argentina

Mi estrella oscura, de Paula Ledesma (seudónimo), Argentina

Blackouts, de Eva María Medina, España

El canon europeo, de Carl Joseph Trotta (seudónimo), España

Fuera de mí, de Nadia Visokolskis, Argentina

 

Resultó ganadora Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez (presentada bajo el seudónimo Paula Ledesma y el título Mi estrella oscura).

 

En palabras de miembros del jurado:

 «Nuestra parte de noche desborda las convenciones del género al que se adscribe –cultivado de forma admirable, pletórica de imaginación– para elevarse a la categoría de novela total, abierta a grandes asuntos: la inmensidad de la relación entre un padre y un hijo, los lazos terribles del amor y de la amistad, la enfermedad como condición de vida, las máscaras del ritual, la verdad atroz de los dioses, la cara oculta de la historia y de la política. Un libro a la vez oscuro y deslumbrante» (Gonzalo Pontón Gijón).

«Si toda novela es un espacio que habita el lector, ésta es una mansión sombría donde caminamos a tientas, desconfiando de las paredes, nos perdemos en sus laberintos subterráneos y atravesamos puertas que nos conducen a otros mundos; pero en este espacio, en el que exploramos los territorios de lo gótico y del horror, también hay jardines de flores extrañas: la ternura que implica todo sacrificio, incluso el de los rituales; la lealtad tiránica que nos exige la verdadera amistad; la violencia que debemos oponer para librarnos de las maldiciones de la herencia; el abandono que supone entregarse a la búsqueda de la verdad, por oscura que sea, y que representa una de las formas más sublimes del amor. Esta novela es una saga y un paseo por esos paisajes interiores que, en algunas madrugadas afortunadas, recorremos en nuestras mejores pesadillas. Continuadora de una tradición que podríamos denominar como “La Gran Novela Latinoamericana”, esta novela pertenece a una estirpe de obras tan disímiles, pero igualmente ambiciosas y desmesuradas, como RayuelaParadisoCien años de soledad o 2666» (Juan Pablo Villalobos).

 

Nuestra parte de noche

Mariana Enriquez

 

Un padre y un hijo atraviesan Argentina por carretera, desde Buenos Aires hacia las cataratas de Iguazú, en la frontera norte con Brasil. Son los años de la junta militar, hay controles de soldados armados y tensión en el ambiente. El hijo se llama Gaspar y el padre trata de protegerlo del destino que le ha sido asignado. La madre murió en circunstancias poco claras, en un accidente que acaso no lo fue.

Como su padre, Gaspar está llamado a ser un médium en una sociedad secreta, la Orden, que contacta con la Oscuridad en busca de la vida eterna mediante atroces rituales. En ellos es vital disponer de un médium, pero el destino de estos seres dotados de poderes especiales es cruel, porque su desgaste físico y mental es rápido e implacable. Los orígenes de la Orden, regida por la poderosa familia de la madre de Gaspar, se remontan a siglos atrás, cuando el conocimiento de la Oscuridad llegó desde el corazón de África a Inglaterra y desde allí se extendió hasta Argentina.

El lector encontrará en estas páginas casas cuyo interior muta; pasadizos que esconden monstruos inimaginables; rituales con fieros y extáticos sacrificios humanos; andanzas en el Londres psicodélico de los años sesenta, donde la madre de Gaspar conoció a un joven cantante de aire andrógino llamado David; párpados humanos convertidos en fetiches; enigmáticas liturgias sexuales; la relación entre padres e hijos, con la carga de una herencia atroz; y, de fondo, la represión de la dictadura militar, los desaparecidos y, más adelante, la incierta llegada de la democracia, los primeros brotes del sida en Buenos Aires... El terror sobrenatural se entrecruza con terrores muy reales en esta novela perturbadora y deslumbrante, que consagra a Mariana Enriquez como una escritora fundamental de las letras latinoamericanas del siglo XXI.

«Mariana Enriquez es una escritora fascinante que exige ser leída. Como a Bolaño, le interesan las cuestiones de la vida y la muerte; su ficción nos impacta con la fuerza de un tren de mercancías» (Dave Eggers).

«Una narradora oscura, minuciosa, terrible y cautivadora» (Javier Calvo).

«Leer a Enriquez es una experiencia dura, emocionante. Sus historias no son tranquilizantes. Es una maestra de lo macabro que no apela a emociones baratas, sino que cada pequeño detalle de oscuridad está allí por una razón y cada una de sus historias contiene una carga política» (Anne Meadows, Granta).

«Mariana Enriquez muestra todo y lo muestra con morbo. Ilumina con luz intermitente de velas las zonas más oscuras de la literatura argentina» (Violeta Gorodischer, La Nación).

Mariana Enriquez(Buenos Aires, 1973) es periodista, subeditora del suplemento Radar del diario Página/12 y docente. Ha escrito novelas, relatos de viajes, perfiles –como La hermana menor,acerca de la escritora Silvina Ocampo: «Enriquez ha sabido recrear una época especialmente interesante de la vida cultural de Buenos Aires» (J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia); «Un libro revelador» (J. E. Ayala-Dip, El País)– y colecciones de cuentos: en Anagrama han aparecido dos de ellas, Los peligros de fumar en la cama: «Relatos espléndidos. (...) Una gran escritora» (Nadal Suau, El Mundo); «Unos cuentos impresionantes» (Llucia Ramis); yLas cosas que perdimos en el fuego,publicada en veinte países y galardonada en 2017 con el Premi Ciutat de Barcelona en la categoría «Literatura en lengua castellana»: «Goza de un merecido reconocimiento. La escritura posee cualidades como la condensación y una sugerente frialdad. Una prosa con peso específico» (Carlos Pardo, El País); «Se apoya con inteligencia en los maestros para crear un mundo narrativo muy propio» (Edmundo Paz Soldán); «Excepcional» (Marta Sanz). Su obra ha recibido un aplauso unánime: «Toma un rasgo que reconocemos en Cortázar y lo exacerba: lo podrido y maléfico de la vida cotidiana, la rajadura por la que se filtra un fondo de irracionalidad donde chapotean cuerpos entregados a sus excreciones y palpitaciones» (Beatriz Sarlo); «Un prodigioso cruce entre la reescritura de ciertas tradiciones y esa lucidez atroz que llamamos mirada propia. Compartirla con los lectores es motivo de fiesta» (Andrés Neuman).


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