«De los dos adversarios, uno es un comerciante de tapices, el otro un traficante de armas: no tienen ni la misma lógica ni la misma estrategia, aunque los dos sean truhanes (…) Sadam no se batirá jamás, los americanos lo harán, en la pantalla, contra un doble ficticio.»

Jean Baudrillard, en este libro cuyo título evoca al de Jean Giradoux La guerra de Troya no tendrá lugar, se pregunta: Una vez desaparecido el objetico primordial de las contiendas, el afán de conquista o de dominación, ¿es posible una guerra?

La del Golfo, ni guerra fría ni guerra tradicional, ha puesto de manifiesto hechos destacables y absolutamente novedosos en el campo bélico.

El rehén ha sustituido al combatiente, se ha convertido en el actor principal, en el protagonista del simulacro en su inacción, en la estrella de la no-guerra. Por otra parte, la manipulación de la información, la oscilación en las cifras y los hechos, las tasas de potencial militar iraquí, tan pronto destruido como flamante; cifras tan fluctuantes como las de las bajas causadas al enemigo por sofisticadas armas presuntamente «inteligentes», que han destruido objetivos errados o ficticios. Finalmente, despliegue inaudito de instrumentos bélicos de cartón piedra, que han convertido en penosamente irrisorio el triunfo de su destrucción, a la vez que plantean serias dudas sobre la eficacia de los servicios de inteligencia de los «aliados».

Estafa de una pseudoguerra experimental y aséptica, in vitro, sin contacto físico directo, casi sin visión mutua del enemigo.

Una guerra, en fin, con dudosos vencedores y vencidos. Sadam sigue en el poder. Recoge sus tapices y se va, sin que nadie le pida cuentas, y, a la vez, rinde al mundo un servicio casi impagable: revaloriza a Israel ante la opinión pública mundial, confirma el poderío de las armas americanas, otorga a Gorbachov una oportunidad política, relanza la ONU, abre las puertas a Irán y al chiísmo, para las masas árabes sigue siendo un héroe…Como se pregunta sardónicamente Baudrillard: «¿Puede concebirse un hombre tan admirable?»

«Baudrillard no analiza, interpreta (…) Posee el mérito de ponernos en guardia contra los pensamientos blandos y las declaraciones consensuales» (Michel Wieviorka, La Quinzaine Littéraire).

«Baudrillard constituye un fenómeno nuevo en Francia, donde no abundan ni la ironía ni el humor a causa de un cierto engolamiento. Es desde hace tiempo, un independiente, un gran escéptico, pero un escéptico chispeante, centelleante, cuya lectura gratifica. Léanlo: constituye un antídoto contra el aburrimiento» (Ramón Luis Acuña, Abc).