Locos de desatar nace como una experiencia cinematográfica nueva. Rodada por un colectivo de trabajo, a propuesta de la Administración provincial de Parma, la película rehúsa un rol puramente documental o informativo, para hacerse vehículo de intervención directa sobre la realidad política y social del espacio físico de la marginación.

El discurso sobre la condición del enfermo mental se coloca, por tanto, fuera del ámbito de la teoría «especializada», para irrumpir con violencia en la realidad social del «loco» y en el mundo que lo rodea, que lo excluye o que lo explota, que lo estudia o que hipócritamente lo compadece.

La misma «profesionalidad» de un director como Marco Bellocchio viene así a confrontarse no sólo con el trauma individual de la relación con la locura, sino también con un nuevo modo de «hacer cine», que podría constituir el verdadero discurso alternativo al modelo tradicional de gestión del film como «producto».

En la edición española, el guión del film viene acompañado por un comportamiento de la psiquiatra Carmen Sáez, así como por un amplio y documentado estudio del psiquiatra González Chávez sobre el movimiento italiano «Psiquiatría democrática».