«Acaso los textos que estas líneas intentan presentar merezcan alguna consideración a pesar de su carácter disperso y fragmentario, y en cierto modo insólito. Pero hay que empezar por el autor: Max Abel no es su nombre verdadero. Se trata de un profesor de filosofía política —la extracción académica debe subrayarse— en un país del este. Hace algunos años sus trabajos obtuvieron cierta atención entre un público especializado. Pero en los más recientes ha guardado un silencio —al menos un «silencio escrito»— prácticamente completo. El educado turismo de un estudiante me ha permitido un ligero acceso a sus preocupaciones actuales: el que permiten las páginas que siguen.

Una advertencia sobre estas mismas páginas: se trata de algo parecido a borradores. El texto más largo, los «Fragmentos de un discurso libertario» (titulado así por expreso deseo del autor), es la transcripción de un seminario extraacadémico dictado por Abel a un reducido grupo de estudiantes durante el verano de 1974, y recogido (salvo los debates) en grabación magnetofónica. No está completo y el peculiar modo de trabajar de Abel impide completarlo. Dado sin notas, semiclandestinamente, Abel, privado de transporte y molestado a veces por la policía, ha consentido una publicación no redactada materialmente por él y que preserve su anonimato. Los «Apuntes de un urbanita» sí estan redactados por Abel, aunque al entregarlos tuvo cuidado de anotar junto al título la palabra «Borrador».

Si, con todas estas limitaciones, se insiste en publicarlos a la espera de tiempos mejores, es porque estas páginas constituyen un ejemplo de la situación de la conciencia social marxista herida por —y en lucha con— el stalinismo. Abel se expresa como si la transformación socialista no hubiera significado mucho. Inisiste en posiciones directamente etiquetables de voluntaristas. Manifiesta un intento de recuperación de la temática anarquista o libertaria. Propone una «revolución cultural de masas» como alternativa a la política aliancista de los p.c., cuando la realidad presenta el surgimiento, a la «izquierda» de éstos, de grupos minoritarios armados. Y sin embargo afirma que la prueba de la verdad es la práctica.

A falta de un desarrollo más amplio, caben diversas conclusiones. Acaso sean éstas unas páginas nihilistas que no merezcan más antención que como síntoma de la paranoia ideológica post-staliniana. O sean la coartada del mecanicismo burocrático consciente de sí. Pero en la oscuridad sigue siendo posible el debate, y yo creo saldar mi cuenta con estos textos sometiéndolos a la consideración crítica del lector.»

Nota introductoria al cuaderno de J. R. Capella.

Serie: Documentos.