ISBN | 978-84-339-1073-8 |
EAN | 9788433910738 |
PVP CON IVA | 30.1 € |
NÚM. DE PÁGINAS | 896 |
COLECCIÓN | Narrativas hispánicas |
CÓDIGO | NH 243 |
TRADUCCIÓN | Fernando Gutiérrez |
PUBLICACIÓN | 01/01/1998 |
Memorias
COLECCIÓN:Narrativas hispánicas
Josep Maria de Sagarra, una de las cimas de la literatura catalana de este siglo, fue un señor de Barcelona que amaba Madrid. A principios de los años cincuenta, a un ritmo frenético, escribió las casi mil páginas de sus Memorias, que el escritor consideró una «amable confidencia». A pesar de que terminan en 1918, cuando su autor tenía 24 años, estas Memorias cubren ni más ni menos que cuatro siglos: desde el primer Sagarra del que se tiene constancia un oscuro Climent de Sagarra, de Verdú (Lleida), que aparece citado en un documento de 1524, hasta el banquete con que Josep Maria de Sagarra y sus amigos celebran, en 1918, el triunfo de los aliados en la Gran Guerra. Ese día se acabó la época que Sagarra consideró suya. A partir de ese momento «empezó a imperar por todas partes la confusión y la estupidez».
La versión castellana de estas Memorias aparecidas en el original catalán en 1954 se publicó en 1957 y pasó sin pena ni gloria. El autor padecía entonces una enojosa serie de malentendidos. Acusado de anticatalanista por los catalanistas, el público del resto del país se desentendió del libro, llevado por la falsa creencia de que le iba a resultar ajeno. Gran error. En estas Memorias, Sagarra reconstruye la historia de su familia, y con ella, la de toda la aristocracia rural catalana; describe el nacimiento de su temprana vocación poética en la Barcelona del 98; evoca la formación intelectual de un joven catalanista en los últimos años de la Restauración, una época en la que un braguero de herniado podía comprar nueve votos en un pueblo del Alto Aragón; hace un retrato febril de la Barcelona de los años del dinero fácil de la Gran Guerra; y, por último, a partir de los recuerdos de sus años de estudiante en el Instituto Diplomático, Sagarra traza un fresco exuberante de la vida de la «golfemia» intelectual de Madrid, desde los poetas hampones hasta Ramón Gómez de la Serna y Juan Ramón Jiménez.
Estas Memorias nos ayudan a entender mejor el país en el que vivimos, un país que es, en el fondo, mucho menos distinto de lo que se nos quiere hacer creer. Del mismo modo que, a principios del siglo XVII, se decía que estaban leyendo El Quijote todos aquellos que se estaban riendo a carcajadas con un libro en las manos, a finales de este siglo podrá decirse lo mismo de todos aquellos que se atrevan a leer este monumento literario.
«Un libro tan o más extraordinario que Vida privada» (Andrés Trapiello).
«En las Memorias, su prosa alcanza extremos deslumbrantes de acrobacia y de abigarramiento» (Joan Fuster).
«Yo considero a Sagarra uno de los mejores memorialistas de todos los tiempos y en cualquier lengua» (Néstor Luján).
ISBN | 978-84-339-1073-8 |
EAN | 9788433910738 |
PVP CON IVA | 30.1 € |
NÚM. DE PÁGINAS | 896 |
COLECCIÓN | Narrativas hispánicas |
CÓDIGO | NH 243 |
TRADUCCIÓN | Fernando Gutiérrez |
PUBLICACIÓN | 01/01/1998 |
Josep Maria de Sagarra i de Castellarnau (Barcelona, 1894-1961) fue uno de los hombres de letras más completos y prolíficos de su tiempo. Entre su amplia obra poética cabe destacar Cançons d’abril i de novembre (1918), El comte Arnau (1928), La rosa de cristall (1933), Àncores i estrelles (1936), Entre l’equador i els tròpics (1938) y El poema de Montserrat (1950). Como dramaturgo, autor de una cincuentena de piezas dramáticas, obtuvo algunos de los más grandes éxitos del teatro catalán: La filla del Carmesí (1929), La corona d’espines (1930), L‘Hostal de la Glòria (1931), El cafè de la Marina (1933). Traductor de Dante (La divina comedia), Pirandello, Molière, Goldoni y las obras más representativas de Shakespeare, articulista (su sección «L’Aperitiu» era una de las más leídas en la Barcelona de preguerra) y crítico teatral, su obra narrativa se inicia en 1919 con Paulina Buxareu, a la que sigue, en 1928, All i salobre, que ocasiona un considerable escándalo, en nada comparable, sin embargo, al terremoto que en la aristocracia catalana produjo Vida privada (1932), muy similar al que en el Nueva York de los setenta ocasionó la aparición de Plegarias atendidas de Capote. Tras esta obra capital, Josep Maria de Sagarra publicaría La ruta blava (1942), un extraordinario libro de viajes en la línea del mejor Paul Morand, y sus impresionantes Memorias (1954), unánimemente consideradas –al igual que Vida privada– como una de las más altas prosas catalanas del siglo.
Foto © Archivo de La Vanguardia