El prestigio de Colette no cesa de acrecentarse con el paso de los años. Así, en 1984 se publicó, en la Bibliothèque de la Pléiade, la máxima consagración de la edición francesa, el primer tomo de sus «Obras», que se inicia con Claudine en la escuela.

Esta novela es el relato en primera persona de un curso de la vida escolar de una adolescente singularmente despierta y consciente de su capacidad de seducción. Alrededor de la revoltosa Claudine se agripa la tropilla dispar de sus compañeras, ingenuas o astutas, desvergonzadas o tontas, atentas a las intrigas de sus profesoras y a las apariciones de los profesores de la vecina escuela de chicos. El relato se cierra brillantemente con una visita del ministro, que alborota a la pequeña villa, y un baile de fin de curso como broche apoteósico, tras el cual Claudine se prepara para entrar en el mundo, se apresta para Claudine en París.

Claudine en la escuela se conserva tan jugosa, fresca y ácida como cuando se publicó en 1900, cuasando un auténtico terremoto. Su éxito fue inmenso, el mayor de toda la historia de la literatura francesa, y provocó un arrollador fenómeno de moda: con el nombre de Claudine se bautizaron sombreros, corbatas, cuellos, perfumes, lociones e incluso palillos. En esa época apareció firmada por Willy, su primer marido, que le llevaba diecisiete años, un célebre personaje de la vida parisiense que tenía un auténtico «taller de confección novelesca» en el que trabajaron como «negros» hasta 35 escritores conocidos. Su participación en la redacción de la serie de las «Claudine» fue, al parecer, mínima.