Un hombre vive con un hermano enfermo en un viejo apartamento situado en lo alto de la ciudad, circundado de terrazas. Un apartamento grande y misterioso similar a un laberinto familiarmente habitado, pero infinitamente rico en sorpresas y secretos. Para entretener al enfermo, pero también para comunicarse con él, inventa un complejo ritual de juegos y de viajes en la ciudad y en los espacios del caserón semidesierto.

Hermanos es la historia de una experiencia extrema, el encuentro de dos lenguajes: el articulado y metódico de la «normalidad» y el fragmentario, perentorio, virtualmente ilimitado, de la alineación. El tema central del relato es la búsqueda del Otro, un tema crucial de la cultura europea contemporánea.

Samonà nos ha obsequiado con uno de esos libros de rara elegancia intelectual que reconducen a la literatura a su verdadero carácter de viaje exploratorio a tierras aún ignotas.

«Aparece claramente, página tras página, que el narrador [el hermano mayor] encarna las contradicciones de la cultura occidental, a la que interroga, con fuertes características de novedad, acerca de sus temáticas fundamentales: desde la formación del Yo hasta su desintegración» (Antonio Porta, Corriere della Sera).

«Samonà ciertamente conoce, desde Laing a Lacan y a Foucault, todas las tesis sobre la locura creativa y sobre la enfermedad como lenguaje. Pero en Hermanos no se hace teoría: se establece un lazo vital entre dos seres a quienes la normalidad separa mientras que la locura une... Un libro extraordinario» (Paolo Milano, Espresso).

«Nutrido, con toda evidencia, de excelentes lecturas, es como si Samonà al final las olvidase todas , las quemara en un acto obligado y traumático —aunque, quizás, lentísimo, circunspecto, deslizante— de identificación «personal» en los espectros y los jeroglíficos de su escritura» (Giovani Raboni, Il Giorno).

«Cada día surgen enjambres de libros que en el momento provocan algún ruido, pero que no tienen destino ninguno. Hermanos es diferente... Un relato de una gran belleza» (Natalia Ginzburg, La Stampa).