30/10/2024
Empieza a leer 'Ecos de la melancolía' de Roger Bartra
En esta lista de reproducción exclusiva se incluye una selección de las piezas que el autor cita y comenta en el libro.
bit.ly/EcosDeLaMelancolia
PRELUDIO
Este libro es un viaje en busca de las huellas que la melancolía ha dejado en la música clásica, es decir, en la música escrita y culta. Trataré de explicar con palabras lo que me parece que la música expresa cuando se refiere a la melancolía. No exploraré las estructuras musicales en busca de algún canon melancólico, pues creo que no existe. La palabra «melancolía» se refiere a un estado de ánimo, a un carácter, a una dolencia mental y a un mito. Los músicos en ocasiones se han apropiado de esta palabra para traducirla a formas muy diversas pero que tienen algo en común difícil de precisar. La melancolía nos lleva a las esferas de la locura, de la desesperación, del tedio y de la muerte, pero también es un sentimiento de goce espiritual y de dulzura. Es una enfermedad maligna y al mismo tiempo es una emoción noble y un tipo de personalidad.
El reto al que me enfrento en este libro radica en que el lenguaje musical es un mundo muy diferente al de la palabra; sin embargo, los compositores frecuentemente acuden a las palabras para crear canciones, cantatas y óperas o para bautizar sus obras. Mi búsqueda de huellas melancólicas en la música culta se guiará por la presencia de esa palabra en las composiciones. Es decir, no examinaré obras que a mi parecer subjetivo expresen melancolía más que en algunos casos, sino especialmente piezas en las que su autor ha usado la palabra «melancolía», sea en el título, en la letra, en la indicación de un movimiento o en el contexto en que la compuso. En algunas ocasiones sugeriré obras que me parecen melancólicas, sin que su compositor lo haya señalado expresamente. De hecho, iniciaré el recorrido con una gran obra que no incluye la palabra, pero que es algo así como la piedra fundamental de la melancolía en el renacimiento musical. Las composiciones que comentaré son una puerta de entrada a muchas otras obras que, sin reconocerlo explícitamente con palabras, expresan esa melancolía sin la cual creo que la música no podría existir. La música gira en torno de sensaciones o sentimientos, y la melancolía, junto con la alegría, forma una de las piezas claves del edificio emocional que construye.
La melancolía tiene una larga presencia muy explorada en la medicina, en el arte y en la literatura. Hay varios libros consagrados a ello, entre ellos algunos míos. Pero no conozco ningún libro que explore la melancolía en la música. Por ello he decidido comenzar a llenar este hueco con las reflexiones que presenta este ensayo. Durante muchos años he coleccionado obras musicales melancólicas, impulsado por mi interés en el tema y, sobre todo, atraído por el placer de escucharlas. He adoptado una actitud nominalista: si lleva el nombre de la melancolía es que es melancolía. El nombre de la cosa define la cosa, como el nombre de la rosa define la rosa. O tal vez no la define, pero sí la ubica. No quiero especular sobre ello, pues se trata solo del punto de partida que indica que no hay una estructura general en la música que defina la melancolía. Como verá el lector, en las obras que abordaré hay estructuras muy diferentes. Y sin embargo llevan el nombre de melancolía impreso, y me interesa indagar qué es lo que tienen en común. Pero definir eso que conecta a las diferentes obras es un trabajo muy difícil. Las obras musicales que abordo en este libro están unidas por una palabra, no por una estructura en la composición o una esencia. Y esa palabra señala la presencia de una larga sombra de misterio que recorre la historia de la música.
Mi tarea será traducir las expresiones musicales a palabras, a una versión textual y literaria. Me he apoyado, desde luego, en el hecho de que los músicos muchas veces parten de las palabras, tomadas de la literatura. Mis traducciones son totalmente subjetivas y personales, y algunos las verán despectivamente como poemas en prosa; pero pueden tener interés por el hecho de que durante muchos años he realizado investigaciones y he reflexionado sobre la historia de la melancolía y su presencia en contextos culturales diferentes. Pero reconozco que lo más probable es que, cuando mis lectores escuchen las obras que comento, tengan impresiones diferentes a las mías. Sin embargo, abrigo la esperanza de que mis interpretaciones y mis traducciones les sirvan para gozar las obras musicales. Luciano Berio, gran músico experimental, dijo que «cuando la música está cargada de sentido, pide ser hablada, interrogada y puesta en relación con un huidizo otro lugar», y explica que ese otro lugar ha mostrado que algo «feo» puede ser más digno y útil que algo «bello», y que los actos creativos implican reflexión («Traducir la música», conferencia en la Universidad de Harvard, 1993-1994).
Se cree que la música es invisible e inefable. A diferencia de lo que se puede hacer en un libro sobre la melancolía en la pintura, reproduciendo en sus páginas las obras, es imposible en un texto sobre la melancolía en la música reproducir en sus páginas las piezas para ser escuchadas. Recurrir a copiar fragmentos de las partituras no soluciona el problema: hay que buscar las grabaciones fuera del libro. Además, no quiero dejar de advertir que no soy capaz de leer una partitura ni soy una persona con un buen oído. Mi sola ventaja es mi inmenso gusto por la música y haber escuchado muchas obras a lo largo de mi vida. Así que el lector tendrá que aceptar mi invitación a que busque y escuche en un disco o en su computadora las piezas que abordo. Todas se pueden encontrar en Internet o conseguir grabadas en un disco compacto.
Hay un importante punto de partida para entender la melancolía. Me refiero a la definición aristotélica en un texto antiguo que ha ejercido una influencia milenaria. Se trata de famoso Problema XXX atribuido a Aristóteles y que se inicia con la siguiente pregunta:
¿Por qué razón todos aquellos que han sido hombres de excepción, bien en lo que respecta a la filosofía, o bien a la ciencia del Estado, la poesía o las artes, resultan ser claramente melancólicos, y algunos hasta el punto de hallarse atrapados por las enfermedades provocadas por la bilis negra, tal y como explican, de entre los relatos de tema heroico, aquellos dedicados a Heracles?
Esta formulación agregó una nueva dimensión a la explicación hipocrática de la melancolía como una enfermedad mental, conocida durante siglos por los médicos: su asociación con aquellos dotados de genio filosófico, político, poético, artístico, heroico o profético. Esta idea de la locura inspirada de los genios se inscribió profundamente en la cultura europea y llegó a su expresión más álgida en el Renacimiento italiano. Pero no se trataba de cualquier locura, sino de la muy especial y oscura dolencia mental provocada por el humor negro, y que hoy en día los psiquiatras llaman «depresión». La melancolía dejó de ser solamente una enfermedad mental devastadora y se volvió una condición dolorosa pero necesaria para el genio. La poesía renacentista recogió esta idea de la melancolía y de allí pasó a la música.
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