23/12/2022
Empieza a leer 'Limbos terrestres' de Esteban Feune de Colombi
1. Botín
El escopetazo parte la noche en dos. En diez. En diez millones.
«¡Hostiaaa!», gritan las tripas del cazador en un eco de pólvora. Tiene rabia. Su gaznate pide un cigarrillo. Luego susurra, entre dientes, «lo he fallado, lo he fallado», y apaga la luz montada sobre la mira del arma.
El conductor y yo permanecemos en el auto. Del espejo retrovisor penden tres rabos peludos de jabalí. Me asegura que no lo falló, que su amigo nunca falla. Bajamos. Disimulo mis nervios, el iiiii rechinando en mis oídos. Esto no es nuevo para mí. He visto cosas peores. He hecho. He sentido. Estampas adolescentes de matanzas... deportivas. Perdices, liebres, zorros, chanchos, ciervos. Madrugadas de sangre y cuero en la Patagonia, yo siempre en segundo plano, en tercer plano, pero ahí, sosteniendo el reflector, manejando, arrastrando a la víctima por el sembradío escarchado.
Cuchicheamos al borde del camino. «Lo he visto irse», se lamenta el cazador. Ambos visten chándal. «Que no», lo calma el conductor, «que eran dos, que le diste a uno, que el otro se fue.» Me encargan la linterna, que enciendo. Ahora no, que la apague. Pasa un racimo de motos. ¿Por qué la paranoia si tienen permiso de caza?
La vuelvo a encender. Ladeamos el alcor hacia la posible muerte. Cruje el trigal. Nadie habla. El cazador se adelanta unos metros y se estaca, la vista al suelo. Hay un boquete titilante en los penachos rubios. Una fisura. Patalea un fémur como cuando los perros tienen cosquillas. Me disloca ver algo vivo ahí. «Te dije que le habías dado», insiste el conductor. Festejamos la puntería. La bala entró limpia justo por debajo de la oreja izquierda.
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