09/10/2017
Jorge Herralde escribe sobre Kazuo Ishiguro, Premio Nobel de Literatura
¡Qué inesperada y enorme alegría! El premio a un escritor tan singular, tan apartado de los circuitos literarios de modas y tendencias, que había tardado siete años en publicar su última novela, El gigante enterrado, acogida con una admiración algo estupefacta: de nuevo Ishiguro, cambiando de registro, nos había pillado a contrapié.
Empezamos a publicar a Ishiguro en 1988. Pálida luz en las colinas era una novela ambientada en Japón de la que se escribió: “Una novela de atmósfera y obsesión donde lo no dicho es aún más importante que todo lo dicho. Y bien dicho está, con una escritura discreta y fría, que permite adivinar detrás de él, abismos de misterio y de silencio”, escribió Claude Prevost en L’Humanité. Kazuo Ishiguro en estado puro, pues, desde su primer título, al que siguió, en 1989, Un artista del mundo flotante, otra novela japonesa (el mundo flotante son los barrios de placer donde las cosas más bellas se construyen en la noche y se desvanecen en la mañana). Ambas novelas, algo desconcertantes, fueron acogidas con excelentes críticas y escasas ventas, pero el club de fans de Ishiguro en lengua española había comenzado su tenaz proceso constituyente.
Pero de pronto aterrizó, en 1990, Los restos del día, una novela aún más inglesa que las de Wodehouse o Evelyn Waugh, donde comparece un mayordomo que durante treinta años fue un devotísimo servidor de un lord que (como tantos otros en aquellos tiempos) conspiró con los nazis para conseguir una imposible alianza entre Inglaterra y Alemania, un hombre indigno. Y a la par se desarrollaba una frustrada y conmovedora historia de amor. La novela ganó el Booker Prize, en el ápice de su prestigio: Ishiguro ha sido el primer autor del maravilloso British Dream Team que lo ha ganado, y es el primer Premio Nobel de esa extraordinaria escuadra.
Y después de tres novelas casi de una tacada, Ishiguro se tomó su tiempo: Los inconsolables, protagonizada por un famoso pianista y ambientada en la Europa Central, apareció en 1997. Después de Los restos del día, calificada como “absolutamente perfecta”, Ishiguro declaró que estaba preparado para escribir “algo un poco más raro, un libro salvaje, intimidante incluso, con el que nadie podría seguir poniéndome la etiqueta de escritor realista”. En efecto, etiqueta archivada tras esta novela de la que Iain Finlayson escribió: “El primer impulso es calificarla de kafkiana, pero quizá sería mejor citar a Lewis Carrol. Pienso que es mucho más Alicia a través del espejo que El proceso. Una arriesgada aventura literaria que el lector atento encontrará irresistible”. En 2001 aparece Cuando fuimos huérfanos, ambientada en un Shanghái cosmopolita y caótico en el que se enfrentan los chinos comunistas y el ejército japonés invasor. Ya entonces el crítico Boyd Tonkin escribió que el autor nos adentra en “un territorio que podríamos llamar Ishiguria, un escenario desasosegante, hecho de recuerdos y amenazas, sueños y desarraigo, tan inconfundible a su manera como la Greeneland de Graham Greene”. Y Rodrigo Fresán la clavó: “Funciona como una suerte de inspirada y desconcertante summa ishiguriana…, funciona como un thriller existencial y elegantemente sonámbulo…, una novela arriesgada y valiosa”.
Varios años después, en 2005, apareció Nunca me abandones, una novela situada en un internado de adolescentes en Hailson. Nada es lo que parece en esta utopía gótica, fábula (in)moral, peculiar ficción científica con ecos de Blade Runner. Y, como comentó Robert Saladrigas: “Ishiguro es el autor tal vez más sugerente original e impredecible de su heterodoxa generación”. Y Juan Gabriel Vásquez añadió: “Nunca me abandones es lo que hubiera sucedido si Un mundo feliz hubiera sido escrita por el autor de El proceso… Una fábula intensamente humana sobre mundos que se han vuelto intensamente inhumanos”. Una novela que tuvo gran éxito y también una notable adaptación al cine.
Siguen las sorpresas: en 2010 (todas las fechas se refieren a las ediciones de Anagrama, en general un año después de las inglesas) Ishiguro nos brinda su primer libro de cuentos: Nocturnos, subtitulado Cinco historias de música y crepúsculo”. Y de nuevo le damos la palabra a Fresán: “Cuentos como canciones, relatos como cinco movimientos de una misma composición”, y también a Alberto Manguel: “Ishiguro demuestra ser un virtuoso de la lengua inglesa, tan sutil y riguroso como su maestro, Henry James”. Kazuo Ishiguro y Henry James, why not?
Después otro largo silencio hasta que en 2016 aparece otra extensa y muy inesperada novela, El gigante enterrado. Ambientada en la Edad Media, en un revival artúrico, una pareja de ancianos, entre ruinas y bruma, parten en busca de su hijo perdido. Una narración bellísima que indaga en la memoria y el olvido acaso necesario, en los fantasmas del pasado, el odio larvado, la sangre y la traición con los que se forjan las patrias y a veces la paz [no son angustias precisamente remotas en nuestro país]… Y parece oportuno terminar esta revisión de la obra de Ishiguro con las palabras de Alex Preston: “Es Juego de Tronos con consciencia, es Merlín el Encantador para la época de la industria del trauma. Un libro hermoso y desgarrador sobre el deber de recordar y la necesidad de olvidar”.
Me acuerdo de Kazuo Ishiguro, de “Ish”, en sus visitas a Barcelona para promocionar sus libros. De mi encuentro con él y con su esposa Lorna, nada japonesa y muy escocesa, simpática y vibrante, felicitando a Álvaro Pombo, al señor Pombo en el ICA (Institute of Contemporary Arts) después de una rueda de prensa con ocasión de la traducción inglesa de El héroe de la mansardas de Mansard, que Ishiguro había leído con placer: “We enjoyed it greatly –though I suspect some of his linguistic effects have been lost in the translation”. Un Ishiguro atento, cordial, exquisito, con un sosegado sentido del humor.
Tan merecido e inesperado Premio Nobel podría emparentarse con el concedido a Patrick Modiano, otro gran escritor semisecreto (en comparación con los grandes nombres obvios que se enarbolan cada año antes de la concesión del galardón). En el caso de Modiano el Secretario del Jurado del Premio Nobel afirmó que era un triunfo de la literatura. Un triunfo redoblado por Kazuo Ishiguro. Mi enhorabuena al jurado y un gran abrazo al amigo.
Jorge Herralde
Texto pubicado en El País
Foto: Londres, fiesta de los 30 años de Anagrama.