14/01/2022
Los 'Diarios' de Rafael Chirbes: "una herramienta imprescindible de su resistencia"
Regresamos de las vacaciones con ganas de compartir nuestras novedades para este 2022 y con la energía recargada gracias a las buenas noticias con referencia a los Diarios de Rafael Chirbes, que han aparecido en la cabeza de las listas de los mejores libros de 2022 por varios medios, como El Cultural, de El Mundo, o Babelia, de El país.
Es en esta última lista donde Sara Mesa, autora del que fuera mejor libro de 2020 según el mismo medio, Un amor, presentaba los Diarios en el suplemento con estas palabras: "una de las más interesantes escrituras del yo, tanto por la dimensión íntima que ofrece de su autor, preservada celosamente en vida, como por el potencial literario que desprenden sus páginas, rebosantes de una sufriente concepción de la existencia y de la escritura".
Celebramos la buena acogida tanto por parte de la crítica como por los lectores, rescatando las palabras que le dedicó Elena Cabezalí, patrona de la Fundación Rafael Chirbes, en la presentación de la obra en el Instituto Cervantes celebrada el pasado noviembre:
En 1981, Rafael Chirbes se instaló en Madrid tras su vuelta de Marruecos. Había traído terminada su novela Las Fronteras de África, que quedó finalista del premio Sésamo y cuya publicación le aseguraron, aunque nunca se publicó. En el 82, encuentra por fin un trabajo duradero en la revista Sobremesa y en los siguientes cuatro años reelabora la experiencia vivida en Marruecos para escribir Mimoun.
En 1984, cuando Chirbes comienza a escribir sus diarios, están sucediendo cosas muy importantes, que sacuden su conciencia y su sensibilidad. La generación “revolucionaria” del 68, a la que Rafael pertenece, está sucumbiendo en la vorágine de la Transición. Hace tan solo siete años de la muerte de Franco y mucha gente cercana está situándose en el nuevo panorama político, social y económico del país. Chirbes vive en Madrid el triunfo del PSOE en las elecciones de 1982 y asiste a un espectáculo desolador, porque su generación, que había luchado contra el franquismo, por la democracia, el socialismo y el comunismo, se derrumba en la Transición de la peor manera. Muchos compañeros de generación de todas las procedencias, pasan a ser destacados dirigentes políticos, altos ejecutivos, creadores de opinión a la carta desde los grandes medios, etcétera. A los ojos de Chirbes y de tantos otros, actúan como cómplices necesarios de la traición de la Transición, que perpetúa a los poderosos del franquismo, crea una nueva alianza en el poder y vuelve a dejar a los de abajo en la cuneta.
Desde las proclamas de Solchaga sobre el enriquecimiento hasta la movida madrileña, todo tiene algo de exhibición obscena del poder, mientras se desmontan los movimientos sociales y las crisis son incesantes.
En ese ambiente termina Chirbes Mimoun y comienza a escribir estos diarios. Está empezando a madurar lo que será el ciclo de sus novelas generacionales (En la lucha final, La buena letra, Los disparos del cazador, La larga Marcha, La caída de Madrid y Los viejos amigos) todas escritas en la España de Felipe, Aznar y Zapatero, antes de 2005, fecha en la que acaba este volumen de los diarios. Los siguientes volúmenes que están por publicar, son los de la época en que se gestan Crematorio y En la orilla, novelas que transcurren ya en la nueva sociedad aparecida tras el infausto terremoto, en la sociedad del mercado global, de la depredación y la corrupción sin límites, de las nuevas mafias asociadas a la especulación financiera, en fin, de la modernidad neoliberal y la gran crisis.
Empieza estos diarios porque ha decidido ser escritor y sabe que cualquier novela requiere mucho trabajo previo. Practica en ellos la escritura y los usa como almacén de materiales para enriquecer lo que escribe, porque le angustia que se le escapen las situaciones, los momentos, la lengua, los puntos de vista de la gente y también sus propias experiencias, sentimientos y padecimientos. Él mismo nos dice que estos diarios le proporcionan ideas, citas de lecturas, diálogos, anécdotas, “rebanadas de vida”, fogonazos, voces, relatos. Los materiales con los que elaborar sus novelas.
Este trabajo de tomar apuntes y ensayar la escritura no es nuevo para él, porque Chirbes lo hizo siempre y siempre en secreto, al menos desde que yo le conocí, allá por el año 1967 y también años antes, según atestigua alguno de sus compañeros de internado. Él siempre escribía, aunque repetía como un mantra “No escribo, no hago nada”. La novedad está en que decidió conservarlo todo en cuadernos.
En los siete años transcurridos entre su vuelta de Marruecos (1981) y 1988 en que se publica Mimoun, el ambiente de Madrid agota su paciencia, tanto por los círculos literarios y de relaciones en los que se ve atrapado, como por el ambiente social asfixiante, la detestable movida, el desengaño amoroso y la locura nocturna: “La movida, el cancaneo. Nacho Cano, Tino Casal, la legión de niños-niña de crema pastelera: hombre lobo en París y no controles, bailando, me paso el día bailando, la coctelera agitando…”. En 1988 se va a Valverde de Burguillos un pueblo de Badajoz, se aísla y se impone la tarea de resistir con una voz propia dentro de su generación, la tarea de contar qué está pasando. Comienza a poner en pie una “enmienda a la totalidad” a su generación.
La memoria es débil, tendemos a olvidar, pero para comprender estos diarios es imprescindible recordar ahora que su literatura fue reconocida antes en Alemania que en España, donde durante los años 80 y 90, las novelas de Chirbes eran consideradas no sólo políticamente incorrectas, sino de poca calidad para el canon literario dominante entonces (cosa sobre la que nadie parece haber reflexionado). Eran tildadas de antiguas, pesimistas, incluso algún crítico dijo que le recordaban a Gironella. Su punto de vista independiente resultaba incómodo a izquierda y a derecha por insumiso con los relatos dominantes. Claro que eran tiempos en que Galdós era calificado aún de garbancero y la memoria histórica era todavía, incluso en muchos foros de la izquierda, una cosa de mal gusto propia de resentidos.
Hasta en Valverde de Burguillos, en la Extremadura de Rodríguez Ibarra, le persiguió el dedo acusador del caciquismo local.
En este contexto, Chirbes hace una ímproba tarea de resistencia, escribiendo una novela detrás de otra. Y en esa resistencia, los diarios son imprescindibles, le ayudan a mantener en soledad un esfuerzo de lectura, de escritura y pensamiento, le ayudan a mantener la lucidez durante treinta años.
Lo que comienza como cuadernos de apuntes va creciendo, el universo de Chirbes les va dando forma y los personajes, las tramas, la literatura leída y escrita y la vida, se cuelan por las rendijas. Para los estudiosos de su obra no será difícil encontrar aquí esbozos y retratos de personajes y contenidos de sus novelas y ensayos.
También los diarios registran el trabajo constante de aprendizaje de un autodidacta y un esfuerzo por estar inmerso en los debates sobre la cultura, la literatura, la política o la economía. Despliega para sus análisis y juicios una enorme cultura literaria, histórica, geográfica, artística, que crece a lo largo de los años.
En este primer volumen que ahora se publica, vemos al escritor trabajando en su trastienda desde sus 34 a sus 56 años, poniendo todas sus energías al servicio de un trabajo tan exigente que abarca la vida entera. Le vemos leyendo incansablemente y escribiendo sobre lo que lee y ha leído, escribiendo sobre el cine que ve y ha visto, escribiendo sus viajes, sus relaciones con amantes y amigos, escribiendo sobre política y escribiendo crítica sobre la escritura, escribiendo y escribiendo, en un esfuerzo que siempre le parece poco.
En lo que escribe y también en lo que no escribe, vemos qué cosas eran importantes para él y cuáles no. Por ejemplo, apenas nos habla de sus propios éxitos, de los elogios a su obra ni de los premios recibidos, que simplemente no aparecen. No presume tampoco de los numerosos estudios e investigaciones sobre su obra.
Él solía decir que la huída de los halagos y la auto exigencia de las que dan fe estos diarios, eran limitaciones impuestas por la educación que los salesianos daban a los hijos de los obreros, para que aprendieran a callar, a encajar dificultades y a rendir en el trabajo. Una educación muy distinta, decía, de la que los jesuitas daban a los hijos de los ricos.
Algo habría de esto, pero es más cierto que esa modestia y esa exigencia en el esfuerzo formaban parte de su ética. Chirbes siempre mantuvo un fuerte impulso ético, creía en el trabajo por el bien común y puso empeño en ayudar a construir una moral cívica de honda raíz republicana.
Estos diarios fueron para Chirbes una herramienta imprescindible de su resistencia, un escondite, un parapeto, una trinchera. Los escribe en un lugar apartado, donde lleva una vida sencilla rodeado de personas de a pie, de la gente que le importaba y lejos de los lugares del poder y de las comidillas de los círculos intelectuales y literarios. Desde allí construye y mantiene a contracorriente un punto de vista, un lugar desde el que mirar, desde el que acceder al conocimiento, un lugar cercano a los de abajo desde el que ver por los ojos de los vencidos. En sus propias palabras:
Intento (…) mirar desde donde mira la gente que no tiene el poder sino que lo sufre, y retratar lo que se ve desde ahí, y también retratar a quienes sí que tienen poder y hacen sufrir a los demás. Desenmascarar su lenguaje falaz. Y contar eso exige un esfuerzo de creación literaria, porque lo que cuentas y cómo lo cuentas es lo mismo”.
Ninguna otra obra de Chirbes lleva tanto trabajo acumulado como estos diarios, que se fueron escribiendo, pasando a limpio y corrigiendo (lo que para él significaba quitar y quitar) durante treinta años, hasta poco antes de su muerte, con plena conciencia de que formaban parte de su obra literaria. Estos diarios son un tesoro.
Puedes ver al completo la mesa redonda con Silvia Sesé, directora editorial de Anagrama, el periodista Manuel Rodríguez Rivero, la propia Elena Cabezalí y Jorge Herralde, fundador y director de Anagrama, haciendo click en la imagen: